Una clave importante para interpretar este film es situarlo en el universo de Jacque Tati, a mi al menos me ha recordado mucho. El sonido, como en Tati, es fundamental y rellena muchos huecos en las escenas. Los gags también recuerdan el estilo, por ejemplo, la conversación que tiene con su amante -con un ruido de fondo de una escultura que se mueve- y la atenta observación de la conversación por parte de una bedel del museo, una escena delirante para recordar.

Sin embargo, a diferencia de Tati, el transfondo del film tiene mucha miga socio-política y nos enfrenta a cuestiones sin resolver de ámbito europeo como es la emigración, la pobreza, los límites de la libertad de expresión. También se aproxima al mundo del arte contemporáneo, haciéndonos reflexionar sobre el mísmo: "si pongo tu bolso en la exposición ¿se convierte en una obra de arte?"

Se agradece la originalidad de la película y su capacidad de hacernos reflexionar en unos cuantos asuntos de rabiosa actualidad, con cierto sentido del humor (bastante negro, tipo sueco). También es digno de analizarse la relación del protagonista, director artístico de un museo de arte contemporáneo, con su entorno, con la gente y con sus propias hijas.