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España España · Pamplona
Voto de Asier Gil:
6
Drama Wendy es una escritora de Manhattan que decide sacarse el carné de conducir mientras su matrimonio se disuelve. Para ello toma clases con Darwan, un refugiado político hindú de la casta sij que se gana la vida como taxista e instructor en una autoescuela. (FILMAFFINITY)
24 de febrero de 2020
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El apellido Coixet siempre debería ir acompañado del término contención. La intensidad emocional de sus películas golpea tan fuerte que, en ocasiones -'Mi vida sin mí' es un ejemplo clarísimo-, verse doblegado por historias tan conmovedoras y relatadas con una poesía tan triste y melancólica supone un peaje que se paga a gusto. Sin embargo, esa brillantez en la confección de diálogos y en la profundidad de seres humanos con secretos insondables no siempre salva un estilo cargante y una lenta cadencia al intentar llegar al corazón del público. Por ello, el freno de su sello al gestar a una criatura que no salió de sus entrañas, sino de las palabras de Sarah Kernochan, provoca una sensación agradable. Sigue siendo Coixet, pero sin incitar al suicido, sino aportando luminosidad a una trama sencilla, con una puesta en escena con encanto y personificada en dos actores que, a su vez, se mostraron comedidos en la introspección de sus personajes. ¿El problema? Que en hora y media no sucede nada y que el ritmo agradecería algún salto hacia adelante.
Nueva York completa el trío protagonista, al estilo de las cintas de Woody Allen. En un verano acogedor en la idealizada ciudad, una mujer madura, acomodada e intelectual se queda sola después de que su marido la deje por otra más joven. A modo de liberación, se apunta a clases de conducir impartidas por un profesor exiliado de la India que por las noches trabaja como taxista. Un choque de clases, sociedades y mentalidades que no impedirá que ambos compartan un mismo enfoque sentimental ante las dificultades de la vida en pareja.
Coixet aporta su oficio para multiplicar las bondades de una comedia romántica optimista, que no huye del dolor y la tristeza, pero que presenta un enfoque de ilusión, de segundas oportunidades para rehacerse frente a los embates de decisiones erróneas. Con asomos de ironía y golpes fugaces de humor inocente, la cineasta muestra su buen hacer en el tratamiento de unos individuos con carácter opuesto pero con un objetivo común: triunfar en el ámbito sentimental para proyectar una sensación de seguridad que complete un hogar feliz. 'Aprendiendo a conducir' se sirve de diálogos acertados y de un montaje ágil para no aburrir y evitar que el coche en el que se desarrolla la mayor parte del metraje aprisione. Su apuesta por un guion sencillo, con millas por recorrer en el interior de los personajes aunque sin demasiados acontecimientos externos que sacudan la acción, empobrece su disfrute. No obstante, la buscada falta de vigor dramático en la cámara de una realizadora tan carismática arroja un resultado satisfactorio. Pese a los deseos de una velocidad más acelerada y reacciones más tormentosas, se agradece esa visión luminosa de mirar al horizonte en lugar de al fondo del precipicio.
Tanto Patricia Clarkson como Ben Kingsley participan de esa naturalidad y humildad. Escapan de la ostentosidad y eligen la mesura en sus interpretaciones para transmitir sentimientos sin reacciones exageradas. En la versión doblada, Clarkson gana la partida al hieratismo de su compañero, pero, como siempre, el filme original aporta muchos más matices y no hurta el trabajo del actor británico en la dicción y el acento de un inmigrante indio. La laguna tranquila que supone este título dentro de la filmografía de mares embravecidos de Coixet constituye un respiro de sosiego y esperanza antes de que arrecie de nuevo la tempestad.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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