“La princesa cisne” se estrenó a principios de los 90, y nació con la maldición de vivir a en cines a la sombra de “El Rey León”.
Y a pesar de que el director de éste film fue un veterano animador y director de distintas películas de la compañía Disney.
Su debut como director en su propia productora fue precisamente “La princesa cisne”; una cinta que pese a beber mucho de Disney, posee una personalidad propia que la hace bastante diferente a muchas otras, pero supongo que Richard Rich debió escuchar algo como ésto en su día y le parecería que había reinventado la rueda, porque al margen de “El cisne mudito” y “Alpha y Omega”, éste hombre ha estado viviendo de “La princesa cisne” durante al menos 28 años.
Y no me malinterpretéis, “La princesa cisne” es una obra notable, pero no da para exprimirla tanto. Aunque lo cierto es que otra saga que ha sido exprimida hasta el hartazgo; “En Busca del Valle Encantado”, sí daba para ofrecer distintas posibilidades al espectador, y después de trece secuelas, se limitan a hacer lo mismo una y otra vez, con contadas excepciones.

Ahora vamos a lo importante; ¿De qué trata “La princesa cisne”? Podríamos decir que trata acerca de la alianza política de dos reímos a través de una unión.
El rey William, del reino A (No, no dicen el nombre del territorio en ningún momento), y la reina viuda Uberta del reino B, deciden casar a la princesa Odette, hija de William, con el príncipe Derek, hijo de Uberta.
Y aunque en un principio, los intentos de los monarcas no van demasiado bien, todo cambia cuando nuestros jóvenes héroes alcanzan la adolescencia.
Empezamos con una trama que parece casi de “Juego de Tronos”, porque a los jóvenes nunca les preguntaron qué deseaban. ¿Y si a Derek no le hubiese gustado Odette?, ¿Y si Odette hubiera sido lesbiana?, ¿Y si Odette se hubiera enamorado de Bromley? En fin, un montón de posibilidades que nunca hemos contemplado.
Pero por si esa trama no es suficiente, vamos a añadir a un espectacular villano con motivaciones claras, pero métodos extraños llamado Rothbart, el malvado más divertido y autocrítico que he visto en muchos años.
Y entre los secundarios hay que destacar a la rana Jean-Bob, al pájaro Puffin y a mi personaje favorito del film; la simpática tortuga Lorenzo Pisalento, o Veloz, como le llaman sus amigos.

En general, la cinta funcionaría bien si no fuera porque el eje central de la misma, el romance entre Derek y Odette no resulta nada convincente, y a diferencia de romances de Disney, ellos se conocen desde la infancia, lo que tiene más delito todavía.
Y lo peor es que las dos secuelas que yo he visto (Hay siete más), se apoyan excesivamente en ese pilar.
Pero no vamos a quejarnos más, tenemos la preciosa canción “Hasta el final del mundo”, una animación bonita y fluida y una duración adecuada.
6/10.