No nos engañemos. Todo western que se precie de serlo lleva incorporadas dos o tres estrellas para muchos de nosotros. Del mismo modo que si puntuásemos los partidos de nuestra Selección Española campeona de Europa. La mayor parte de nosotros hemos crecido dando patadas a un balón y pegando tiros por todas las esquinas. Y este que nos ocupa no iba a ser menos. A pesar de lo exagerado de muchos de los tiroteos, donde los malos parecen ponerse a tiro, entre otras cosas, a pesar de los cabos sueltos, y los personajes poco definidos como Fletcher, que nunca parece tener las ideas claras (me pregunto porqué se apunta a la cacería de Josie), también entre otras cosas, pues me sobran motivos para darle un ocho.

Hay que destacar el afán de un director que ha crecido con el género, y que ha hecho una primera incursión revisionista del mismo, como se dice ahora, por mostrar empeño en que sus personajes convivan por encima de la diferencia de sus razas, idiomas o culturas. Siempre brindando por el entendimiento, y dotando al personaje principal de la capacidad de aunar y conducir esa disparidad de gentes y culturas a través de un viaje en busca de paz pero con sabor a muerte, utilizando la venganza del ojo por ojo para mostrarnos, además de los horrores de la guerra, la capacidad de la violencia de generar odio en cualquier persona, envenenando su espíritu.