A la hora de narrar unos hechos verídicos, y al margen de las situaciones tangibles, puramente objetivas, se abre un abanico de matices, maneras y posibilidades. En este thriller, drama pasional, con aires de cine negro, se pierde la fuerza intrínseca de los acontecimientos entre polvo y polvo, el desvarío mental y la escasa fuerza de un guión preocupado por el retrato oscuro de la miseria humana en su condición más carnal, llevando la tarea a límites muy arriesgados. El resultado es un metraje excesivo, aburrido en muchas fases y al que ni un par de buenos momentos, ni los elegantes, y de aire clásicos, modos del director, ni el buen trabajo de Leonardo y Pablo Echarri logran salvar. Me costó un triunfo terminarla, apenas puedo rescatar al enorme Sbaraglia y los perturbadores ojazos de Leticia. El perfil de los personajes, al margen de sus pajas mentales y lo cachondos que se ponen con una pipa en la mano, se queda en esbozo, en intención, no transmite realidad alguna y los convierte en poco creíbles, hecho que queda expuesto a juicio, por ejemplo, con el vago y desacertado retrato de unos drogadictos que en ningún momento lo parecen. Una desilusión tremenda esta cinta que me hace entender un poco más por dónde deben ir mis tiros a la hora de leer e interpretar las votaciones, puntuaciones y críticas de esta página.