Daybreakers adolece del mismo defecto que Undead, la anterior película de los hermanos Spierig, también rodada en Australia. El problema de este tándem no es su gusto por los chorros de sangre o la poca profundidad de sus personajes, un mal propio del cine de serie B y que precisamente en esta clase de producciones no tiene por qué ser un inconveniente. A mi modo de ver, el verdadero fallo de los Spierig es que crean escenarios originales e interesantes, dando interesantes vueltas de tuerca a géneros estrujados hasta la saciedad, y después descarrilan estrepitosamente en su desarrollo y conclusión.
Si en Undead relacionaban las epidemias de zombies con la llegada de alienígenas, ahora muestran la Tierra como un mundo habitado mayoritariamente por vampiros que se alimentan de los pocos humanos que quedan. El diseño de esta sociedad que sólo puede 'hacer vida' por la noche mientras las ciudades permanecen desiertas durante el día, que ha desarrollado diferentes formas de tomar sangre y que investiga de forma desesperada un alimento alternativo que acabe con su dependencia de los vivos, resulta muy interesante. Una evolución adecuada del film habría sido estudiar cómo se tambalean los cimientos de una civilización donde todos los habitantes son inmortales y si merece la pena vivir para siempre o disfrutar de la agradable pasión por la vida que produce la mortalidad.
Desafortunadamente, este inicio, tan prometedor como el de 'Children of men', deriva en un conflicto simplón e infantil entre vampiros y humanos, con explosiones de vísceras gratuitas, frases estúpidas y situaciones forzadas al más puro estilo "soy el malo y por eso te pongo tan fácil que me ganes".
Respecto a la aparición de Willem Dafoe y Ethan Hawke, qué decir... Pues que al parecer la crisis también ha llegado a Hollywood y hasta dos actores tan exquisitos como éstos deben bajarse los pantalones.
Al menos se nota cierto progreso desde Undead. Quizás el próximo título de esta pareja sea al menos aceptable.