El Agente 007 sigue en una línea tan magistral como siempre. Esta vez, su enemigo es Goldfinger, un hombre que todo lo que toca lo convierte en oro, al más puro estilo rey Midas, que nos deja esa impresionante escena de la mujer dorada tirada sobre la cama.

En algo en lo que solían fallar las películas de James Bond era en que el villano no estaba muy bien definido o, incluso, que ni si quiera había uno. En este caso no ocurre esto, ya que Goldfinger es un villano de pleno derecho, con un papel importante dentro de la película.

A esto se le unen los clásicos elementos del agente británico y tenemos, como de costumbre, un clásico de las películas de espías.