¿Sabéis esa sensación que se le queda a uno cuando por su cumpleaños le dan un regalo que ni se esperaba ni le apetecía, y que encima no le gusta? Lo primero que se te pasa por la cabeza es cómo demonios puedes cambiarlo, o por qué para una fecha tan señalada te hacen algo así, cuando había mil oportunidades para acertar e incluso mejorar aniversarios previos.

Así me he sentido con el lanzamiento de esta serie. Nada que ver con el Spiderman de los 90. Con esa serie que, carente de medios y de efectos especiales, cuando eso del 3D era una engañifa y seguramente una ciencia ficción, supo cautivar a cientos de adolescentes que, sin haberse acercado jamás a una estantería de cómics, pudieron admirar al hombre araña que se les colaba en casa a través de la pequeña pantalla.

Infantilizados, carentes de todo el espíritu irónico, seductor y reflexivo del Peter Parker que habíamos conocido, aparecen ahora dibujos regordetes, haciendo uso y abuso de los nuevos medios tecnológicos. No, no vale. Los niños ahora piden mochilas y muñecos de uno que ya no es el Spiderman original. Casi casi, publicidad fraudelenta.

Y una se pregunta por qué, cuando mejor puede hacerse algo, más se estropea. Lástima, gran lástima. Seguramente se unirían cuatro con ganas de hacer caja aprovechando el tirón de las películas y de la era de "superheros" que vivimos y prefirieron asfixiar lentamente la verdadera esencia que hacía a Spiderman atrayente. Y eso una fan no lo perdona. Cuesta.