Decir que Pacific Rim es sólo una película más que aspira a mezclar fórmulas cinematográficas que en el pasado tuvieron éxito, es no hacerle justicia. Efectivamente nos encontramos frente a una película que posee un discurso propio, un discurso que poco o nada le debe a los símiles de los que ha sido objeto desde que el proyecto fue dado a conocer, y esto se debe a que Del Toro es un tipo con cerebro, corazón y ,sobre todo, con una perspectiva del cine a la que le es fiel en cada uno de sus films.

Más allá de ser la película más asombrosa y ruidosa del verano, Pacific Rim es un relato honesto que le habla al niño que alguna vez fuimos, aquel niño que no se preocupaba por encontrarle fisuras a un guión ni por destruir a tal o cual actor en una crítica cinematográfica de filmaffinity.

Alguien me dijo alguna vez que en la vida uno nunca debería perder tres cualidades: la capacidad de amar, de reír y de asombrarse. Y bueno tal vez aquí no haría falta decir que Pacific Rim no sólo me ha llenado de asombro y alegría sino que, también, me ha hecho amar aun más el cine y eso, déjenme contarles, es algo que cada vez logran menos las películas que se producen en Hollywood actualmente.

Y pues ya saben si quieren mantener a su niño interno sano, vean Pacific Rim éste verano. Por mi parte yo sólo tengo una cosa más que decir: 2,500 tons of awesome.