De cómo millones de personas en el mundo lloraron por una tontuela que se paseó fastuosamente por el mundo llorando por haber sido cornuda. Y también de la reacción (o mejor dicho, la falta de aflicción) de la realeza británica ante el fallecimiento de Lady Diana. De esto trata este film. En fin, tema que admito respetuosamente pueda interesarle a alguien, pero que a mí poco (o nada) me conmueve.

La crítica destaca la interpretación de Helen Mirren, pero esta brillante actriz aquí lo único que hace es poner jeta de babosa e insensible y mostrar, eso sí, una imitación casi perfecta gracias al trabajo de maquillaje y vestuario.

Por otra parte ver al rey, un veterano zancudo con mucho vello en las piernas, luciendo una pollerita escocesa es francamente indescriptible. Y el colmo de la risa es la caracterización que se hace de Tony Blair como si fuera Mr. Bean. A mí me pareció muy mala.

Malísima.