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Uruguay Uruguay · Montevideo
Voto de Atilio:
7
Documental En 1971, con motivo del estreno mundial de 'Muerte en Venecia', el director italiano Luchino Visconti proclamó a su Tadzio como "el chico más hermoso del mundo". Una sombra que hoy, 50 años después, pesa aun en la vida de Björn Andresen. Una película sobre el precio de la belleza.
13 de septiembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este triste y melancólico documental será especialmente apreciado por aquellos que hayan visto “Muerte en Venecia” de Luchino Visconti y que, a su vez, les resultaran atrayentes la adaptación del cuento de Thomas Mann y el tratamiento cinematográfico que hizo el famoso director italiano. Y que no se malinterprete esta introducción: no acostumbro a predecir que determinadas obras pueden ser apreciadas exclusivamente por algunos “elegidos”, me refiero a que todo el asunto que se desarrolla aquí tiene inequívocamente relación con la famosa película de 1971.

La búsqueda desesperada que hace el personaje interpretado por el gran Dirk Bogarde para alcanzar la belleza pura (su rol era el de un compositor anciano, alter ego de Gustav Mahler) y que se le presenta con la aparición de un angelical púber quinceañero, verdadero efebo de la actualidad, hace que el propio Visconti emprenda también una febril búsqueda por toda Europa para encontrar un adolescente que poseyera una figura de atracción física fulminante.

Como es sabido, el rol de Tadzio adolescente polaco de vacaciones en un balneario veneciano, fue interpretado por el sueco Björn Andrésen, luego de cientos de audiciones que el realizador italiano hizo en Polonia, Hungría, Finlandia, Rusia y Suecia. No bien atravesó la sala de casting Visconti quedó deslumbrado y ya supo que ese sería el protagónico rol de la belleza y de la muerte. Delgado, desgarbado y de gran altura para su edad tenía un cuerpo que transmitía cualquier cosa menos erotismo, era más bien un chico andrógino, pero que poseía una estructura facial preciosa. Ojos grises, cabello largo de color miel, mirada seductora y proporciones perfectas en su rostro. Cuando lo contrató y luego del estreno de “Muerte en Venecia”, don Luchino declaró —muy hábil y comercialmente— que se trataba del “chico más hermoso del mundo” y así lo hizo recorrer por tres años (período establecido en el contrato) todo el mundo presentando su película y convirtiéndose en propietario de los que hoy muchos futbolistas llaman “derechos de imagen”. Si la película fue, de alguna manera, icónica los afiches con la fotografía de Björn Andrésen lo convirtieron en un producto de consumo para la publicidad y, especialmente, para la comunidad gay de gran poder adquisitivo.

Lo que es poco sabido (o, por lo menos, para el ignorante que esto escribe) es que esa película marcó para siempre la vida del joven sueco y lo volvió un desgraciado que no podía sacarse de encima el estigma de ser el más bello muchacho del mundo. Y justamente de esa peripecia es que los realizadores suecos Kristina Lindström y Kristian Petri tratan en este documental. Cuentan para ello con increíble material de archivo (del casting original para conseguir al actor adolescente, de detrás de escena de “Muerte en Venecia”, de varios reportajes a Luchino Visconti respecto a esa obra) y fundamentalmente con un largo reportaje que le hacen al actual Björn Andrésen, y a gente vinculada con el mismo.

Todo esto nos muestra el drama de un cuerpo “cosificado” (en aquella época parece que era normal el tráfico de cuerpos, pero hoy podrían sumarse al “me too”), que vio frustradas sus aspiraciones de ser músico y del increíble uso que le han dado a su imagen en Japón, donde hasta el día de hoy pervive un personaje de manga creado a su imagen y semejanza. Pero además se muestran tragedias de vida (la desaparición de su madre cuando niño, la muerte de su hijo más pequeño, su adicción al alcohol, la posibilidad de ser desalojado de su vivienda porque sus vecinos protestan por su comportamiento). La dirección opta por el respeto y el tino, por la denuncia suavizada y por la discreción, y no fuerza al entrevistado ni a su entorno a que cuenten más de lo que desean. Dicho de otra manera, esto no se trata de un folletín de chismes o cotilleos, no hay una intención amarillista.

Delicada realización con una banda sonora exquisita, que va haciendo un paralelismo entre el presente de un Björn Andrésen ya anciano y escenas de “Muerte en Venecia”.

Es, en mi modesta opinión, un buen documental, duro, exquisito y triste que me permito recomendar. Para terminar, declaro que mi intención es siempre criticar obras, pero no hacer crítica de otras críticas. Sin embargo, no me podido evitar leer algunos comentarios que se quejan de que se sabe muy poco del presente de Björn Andrésen, de que no se ahonda en detalles personales del mismo, pero parece que no se tiene en cuenta que el hilo conductor son las entrevistas al mismo y que, obviamente, él cuenta lo que quiere contar. Dicho de otra manera y con lenguaje arrabalero rioplatense, el hombre cuenta lo que se le canta.
Atilio
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