Aquí hay una notable banda sonora que acompaña una hermosísima fotografía mostrando fantásticos paisajes islandeses. Y ¿qué más?: nada de nada.

Las bellas imágenes tienen un tono ocre y verdoso como una estética que acompaña la completa oscuridad del argumento. Todo el elenco adopta rostros monocordes y recita parlamentos cursis como si se tratara de trascendentes reflexiones filosóficas. Son 98 minutos que perfectamente podrían haber sido 44 (el formato de un unitario de TV), suficientes para contar una historia que yo, francamente, confieso no saber de qué se trataba el relato.

Seguramente este comentario es fruto de mi propia insensibilidad, por lo que cada quien decidirá ver "Luces del Otoño", calificarla y disfrutarla (o no).