Esta secuela repite éxito en todos los sentidos. Yo personalmente no la considero ni mejor, ni peor. Está al mismo nivel de perfección en lo suyo. Los momentos de terror son punzantes y agónicos. El suspense de la historia se halla bien dosificado, así como su impresionante y conseguida atmósfera, y casa muy bien con el tratamiento de los personajes. Los actores los interpretan con solvencia absoluta de principio a fin.

Su duración es lo que menos asusta de lo ágil que resulta, puede que se me haya hecho hasta más corta que su predecesora. Los hechos reales en los que basa puede entrar aquí en una suspensión de incredulidad, por lo que los que quieran comparar con lupa lo que pasó en verdad igual se llevan un chasco gordo. Pero esta entrega, como película de terror absoluta es magnífica, y eso es lo primero y primordial. Esta película puede convertirse en un clásico actual desde ya, como su predecesora hizo con su impacto pavoroso y sombrío.

En resumen definitivo: James Wan es el mejor dirigiendo terror.