Por un lado afronta el tema del honor desde una doble perspectiva:

1) El honor desde el punto de vista del señor feudal para el que parece ser más bien un conjunto de preceptos y reglas que conforman un protocolo unitario subscrito al Hagakure. Una visión un tanto superficial pero llevada al extremo con rígida disciplina.

2) El honor del guerrero caído en desgracia que le obliga a cumplir venganza a toda costa, incluyendo el sacrificio de su vida como precio mínimo para limpiar el nombre de sus seres queridos. Una moral y ética depurada, también basada en el Hagakure y muy parecida al ronin 47 (la necesidad de venganza para poder limpiar el honor del señor caído aun a pesar de tener que cometer al final del camino el seppuku o suicidio ritual).

Además, la forma de tratar el suicidio final es realmente extraordinaria: se trata de un suicidio desgarrador, alejado de ese protocolo robótico; y, en contrapunto a éste último, es una catarsis de purificación del nombre de la familia, y de la afrenta recibida.