El cine argentino, que en la década de 2010 venía con producciones interesantes y sin didactismo y bajada de línea, está cayendo lentamente en un error: crear y mostrar ambientes muy cotidianos, con sugerencias, silencios miradas, pero sin acciones ni sucesos que modifiquen las situaciones. Son películas donde la mitad es adivinar la interrelación entre los personajes que aparecen, y la otra mitad sucede algo importante y de repente termina la película, dejando el interrogante de como se resuelve todo. Como los tiempos son breves (un día, a lo sumo dos) el grado de detalle y minuciosidad en hechos intrascendentes y rutinarios se hacen muy reiterados. Esta película Los sonámbulos, o Recreo, o en gran parte de las obras de Lucrecia Martel, quizás el gran referente de toda esta movida, son exponentes de este cine.

La crítica, en general, valora estas películas. Esta, por ejemplo, fue elegida para representar al país en los premios Oscar por sobre 'La odisea de los giles' o 'El cuento de la comadreja', filmes donde se relata una historia, con principio, desarrollo y final, con recursos estéticos, con todo elemento que se precie de buen film.

Hay cierta cobardía de resolver las historias. La falta de resolución, el abuso del final abierto, es más una falta de coraje de definir la historia que un recurso cinematográfico. Esa es mi modestia apreciación, no soy cineasta, solo un espectador.

Pero se está privilegiando fomentar este tipo de cine intimista, de climas, ante aquel otro quizás más comercial, más taquillero... aunque no necesariamente sea menos artístico. Los argentinos somos amantes de las dicotomías. Y los críticos de cine tienen siempre esa pretensión de descubrir 'perlitas' más que alabar a la película que tiene éxito comercial. Como si esto fuera en desmedro de la película con salas llenas. Como si Picasso, Scorsese o Los Beatles no hubieran sido a la vez exitosos y talentosos.

La peli, si cuento, spoileo, por eso las síntesis son tan exiguas... ahí va: