O al menos a mí me recuerda al mejor teatro, como casi todo el cine de los años cuarenta y cincuenta. Rodada en plató cerrado, casi todo el diálogo tiene lugar en la habitación del fotógrafo, "voyeur" que contempla la vida de sus vecinos desde la ventana, mientras el espectador se convierte a la vez en "voyeur" que contempla la vida del fotógrafo. No sólo mira, sino que juzga a todos sus vecinos, mientras los observa y disecciona sus vida con la curiodidad minuciosa de un entomólogo, Hitchckock consigo lo mismo, diseccionando la vida del fotógrafo, sus amores, sus desavenencias con su enfermera o su diálogo con el amigo policía, al que intenta convencer de que uno de los vecinos que espía desde la ventana, ha asesinado a su mujer.
Porque de eso va la película, Hitchcock consigue mantener la ambiguedad y la tensión hasta el final, haciendo que el espectador tan pronto tome partido y dé la razón al fotógrafo, como hacernos pensar que todo es fruto de su imaginación.
Desde luego, bien dirigida, bien interpretada, con una historia ingeniosa, bien trazada, con ligeros toques de humor negro. Hitchcock consigue no sólo una historia inmortal, sino que construye tres personajes que son historia del cine.


Y es que ya lo dice el personaje de la enfermera al principio: "Lo que deberían hacer es salir de sus casas y mirar hacia dentro para variar."