Es curiosa la vida de un cinéfilo. Hará cosa de año y medio, a mis dieciséis años, yo era un chaval que pese a saber apreciar y disfrutar los grandes clásicos y sentir verdadera pasión por las pequeñas producciones independientes, sentía un cierto rechazo por toda la cultura asiática. ¿Sería por su dibujo característico? ¿Quizá por mis colegas otakus dándome la tabarra? Prejuicios, pensaréis. Pues sí, y qué malos son en ocasiones...

Todo comenzó conmigo merodeando por esta web, como suele ser usual. Estaba hastiado de ver lo de siempre, necesitaba algo nuevo. Uhm, quizá debería ver El viaje de Chihiro, es la cinta más famosa de los japoneses estos. Fue entonces cuando revisando la carrera cinematográfica de su director me topé con esta película. Nota altísima, póster atrayente y un argumento serio, fantástico y épico. No podía ser tan horrible al fin y al cabo... ¿no?

Pues bien, me dispongo a verla online. Sí, online, en estos tiempos de escasez económica uno no se puede permitir la compra de DVDs con frecuencia. Dejo que cargue la película unos breves instantes y le doy al play, acomodándome con las luces apagadas en una noche de lluvia. Comienza. Suena una música solemne de notas graves. Unos dibujos de trazado muy detallista, con un mimo artesanal admirable. El metraje continúa y me sumerjo de lleno en la trama. Me está gustando. Conforme voy acercándome al final, ya estoy extasiado. La película termina y me siento tremendamente estúpido. ¿Cómo pude haber estado perdiéndome esta obra maestra durante tanto tiempo?

La Princesa Mononoke es un filme incomparable. Obra cumbre de su autor en mi modesta opinión. Los personajes tienen líneas de diálogo concisas, con algo que decir. El guión está tan perfectamente estructurado que a pesar de durar más de dos horas, en ningún momento podemos caer en el aburrimiento. Nada es en vano. La banda sonora es vibrante por momentos, lírica en otros y simplemente épica por instantes. Aún sigo con la piel de gallina.
La historia, indudablemente ecologista, no es más que un claro grito en defensa a la naturaleza, a nuestro entorno que nos provee vida y no podemos quitársela sin que haya una armonía. El hombre es un ser invasor que no dudará de apoderarse de lo que está a su alcance. Pero olvida que la madre naturaleza es sabia y no atiende a emociones humanas. Atiende al equilibrio, a la armonía. Lo que también se debe destacar es la increíble imaginería que despliega Miyazaki en este filme. El encantador ecosistema que fluye en el bosque es mágico, de un estilo característico, diferente a cualquier otro que te puedas encontrar. Veamos... ¿a quién se le ocurriría escoger a un jabalí como animal de fantasía? Sólo él, pues sabe romper los moldes y nunca imaginé que luciría tan colosal.

Sigue en spoiler por falta de espacio.