La historia de la música se ha labrado durante años con nombres propios cuyas vidas, en muchos casos, son carne de cañón para su explotación comercial dentro del cine. Desde los autores clásicos, como demostró Milos Forman en la soberbia "Amadeus", a genios de la música popular del último siglo, con títulos recientes como "Ray", "En la cuerda floja" o "Control", por citar algunos ejemplos de un catálogo extenso y variado; los compositores, músicos y cantantes han dejado en herencia biografías merecedoras de su reflejo en el séptimo arte. Todas esas historias, comparten un componente dramático y emocional que sirve como nexo de unión entre todos los artistas y que convierte a la música en la válvula de escape que lleva a cabo la catarsis de sus tragedias interiores. "Jersey Boys" es el enésimo biopic que llega a nuestras pantallas, centrado en esta ocasión en la figura de Frankie Valli y sus míticos Four Seasons, un grupo fundamental a la hora de entender la música pop en la década de los 60.

Y para conseguir que esta cinta destaque entre la larga nómina de títulos de las mismas características, Clint Eastwood se coloca una vez más tras las cámaras para ofrecernos más de dos horas de un intento desesperado por conseguir que su película sobresalga del montón. Porque Eastwood, pese a sus sobrada calidad como realizador, parece mantener la llama de la curiosidad intacta, y se atreve en esta ocasión a coquetear con los mecanismos de la comedia y el cine musical, géneros alejados de cualquier película de su particular filmografía. Esa complicada tarea, se une a la obligación de contarnos una historia cuyo epicentro gira en torno a los orígenes criminales y delincuentes de sus protagonistas. Por ello, el genial director, decide encarar su última creación robándole el estilo narrativo a Scorsese, y convierte a sus cuatro protagonistas en narradores directos de la historia, que desde su complicidad con el cara a cara que establecen con el espectador, consigue un lazo empático que facilita y hace llevadera la incursión en una trama que aunque no resulta muy novedosa, sí que está tratada con el cariño y el cuidado que suele ser marca de la casa de Eastwood.

Es cierto que al director de obras maestras como "Mystic River" o "Million Dollar Baby", la brújula de su relato se le atrofia entre la intriga criminal, la evolución musical de sus protagonistas y el drama familiar de Frankie Valli, haciendo zozobrar las bases de una narración cargada de saltos temporales trazados de manera gruesa y de giros bruscos a la hora de delimitar el núcleo central de la obra. Sin embargo, no se puede negar el talento de un realizador que, pese a esos errores, consigue mantener nuestra atención en la pantalla, gracias a su buen pulso para contar las historias de una manera cercana y cálida. Ayudado por los temas de los Four Seasons y una banda sonora con joyas musicales como el sensacional tema de The Angels "My boyfriend's back", por citar uno de esos títulos a los que guardo un cariño personal, la historia de Frankie Valli termina engulléndonos y convirtiéndose en un liviano pasatiempo que sin llegar a deslumbrar, cumple su función de manera correcta.

Una película menor dentro de la filmografía de Eastwood, que si bien, no será del gusto de todos los paladares cinéfilos, para los más melómanos y amantes de la música, sin duda sera un título delicioso que degustar, y una gran ocasión para rescatar la discografía de una banda que, al igual que muchas otras a lo largo de la historia, tuvo que lidiar con sus infiernos personales en su camino a la fama.