Destrozando cualquier atisbo de mesura o de raciocinio, Álex de la Iglesia, vuelve por la puerta grande al cine que le vio nacer. Ese estilo esperpéntico que cabalga desbocado por los desquiciados rincones del caos. Alejado del tono más serio de sus últimas películas, "Las brujas de Zugarramurdi" nos devuelve la genialidad insana de un director que se sabe en estado de gracia en su última obra.

Con una introducción a mano armada por las calles de Madrid, la última cinta del director de "El día de la bestia" abre sus puertas de manera magistral, sentando las bases de lo que será el resto del metraje: una historia que aunque carezca de pies y cabeza, sabe reirse de sí misma y de todo aquello que se mueve, contagiando ese delirio al espectador, que embrujado disfruta como si de un niño pequeño se tratara. Disfrazando de comedia de acción con tintes de terror de serie B (aunque de gran presupuesto), el bueno de Álex de la Iglesia ofrece su particular visión de la guerra de la guerra de sexos, en la que ellas son muy malas... y nosotros muy tontos. Y el reparto, se luce en esa batalla en la que incluso Mario Casas, muchas veces vapuleado por un servidor, ofrece auténticas perlas de hilaridad. Pero hay que ser sinceros, aquí las reinas son ellas, que de la mano de una genial Carmen Maura y una inconmensurable Terele Pávez vierten en su caldero de poderío escénico la fórmula para comerse la pantalla.

Del humor que el di esa erector exprime a esa eterna batalla de sexos, y de un genial sentido del ritmo, nace una película llamada a hacer las delicias del respetable más dispuesto a la diversión que a la seriedad formal que claramente esta película no le va a aportar. Desde el primer minuto, se inicia un aquelarre de locura, que comienza rayando a tan altísimo nivel que en algunos compases finales, se resiente por tomar el camino del exceso vertiginoso. Pero aún con esas, el embrujo es poderoso. La magia del realizador es tan fuerte, que no queda más remedio que dejarse devorar por el hambre de diversión que destila esta adorable maldición venida del averno.