Si alguien me pregunta lo que va a ver en "Capitán Phillips", mi respuesta no puede ir más allá de: "la crónica de un secuestro". No hay nada más en la película de Paul Greengrass. No hay dobles lecturas, ni transfondos existenciales. No hay revestimientos políticos ni pretensiones sociales. Tan sólo la narración realista de un acontecimiento que tuvo lugar en el año 2009.

Y pese a ello, que nadie se piense que la nueva película del director de "Bloody Sunday" esta vacía. En ella, hay talento y mucho corazón. Afiliado a su estilo de falso documental, cámara en mano, Greengrass retrata el infierno por el que pasó este héroe de a pie en una casi primera persona que se torna dramática y angustiosa a partes iguales. Nada se puede recriminar a la dirección del británico. Su manejo de la tensión narrativa es letal desde el primer segundo de la cinta. Las bocanadas de aire que el espectador puede gozar están administradas al gusto del realizador que dirige con un pulso férreo el drama del Capitán Phillips y su tripulación. El suspense y la emoción se sufren en las propias carnes en un ejercicio narrativo que se encuentra entre lo mejor del curso.

Este realismo dramático y sufrido, tiene gran parte de su mérito en ese actor, hecho ya leyenda, que es Tom Hanks. Un nombre propio en el universo cinematográfico, forjado gracias a papeles como el que nos ocupa. El actor, regala al respetable su enémisa obra maestra interpretando un personaje empático, cuyo proceso de transformación durante el transcurso del metraje, resulta creíble e increíble por su perfección, desembocando en un tramo final sobrecogedor que debería levantar de su butaca sin remisión a todo el público que disfrute de esta película.

Porque "Capitán Phillips" es una OBRA redonda. Casi perfecta e infalible como producto de entretenimiento y suspense. Un engranaje en el que todas sus partes cumplen a la perfección su papel. Un derroche de talento que hará las delicias de aquellos que estén dispuestos a dejarse secuestrar por uno de los films del año.