Como muchos usuarios habrán advertido, el título de este comentario remite a la película homónima de Martin Ritt, que realizada once años después de ésta, presenta claras similitudes argumentales. Así, el tema central en ambas es la actitud salvadora que adopta un proscrito -blanco criado entre indios en los dos filmes- respecto de aquéllos que le persiguen o desconfían de él.

Comanche Todd resulta por tanto un personaje característico del cine de Daves, que altera críticamente la tradicional figura del héroe individualista en favor de un héroe bien distinto, necesitado siempre de los demás y por los demás. Eso mismo ocurre en esta película, en la que el perseguido, el que es tenido por asesino, se convierte en protector, guía y consejero, dando de sí lo que tiene (sabiduría, astucia, experiencia y valor) y recibiendo de los demás aquello de lo que carece (afecto, respeto y amor). En otras palabras, Comanche Todd actúa como un padre con los jóvenes supervivientes, y éstos aceptan -con algunas reticencias- ser su familia adoptiva, adecuada metáfora si tenemos en cuenta la dramática historia del protagonista. Leo que a algún usuario le resulta difícil ver a Widmark en el papel de comanche, pero lo cierto es que la adopción de niños blancos secuestrados por parte de los indios no era tan infrecuente (hasta el punto de que el último jefe de los comanches, Quanah Parker, era mestizo, hijo de una blanca).

La película es también una aventura de superación, madurez y supervivencia, y como tal, opera transformaciones en los personajes, que aprenden unos de otros, mejorándose entre sí y haciendo posible el bien común, otro de los rasgos característicos de muchas películas de Daves. Ciertamente, la conclusión, excesivamente bienintencionada -aunque esperable, por otro lado- deja un regusto de insatisfacción, pero no por ello echa a perder el conjunto, francamente bueno.

Formalmente, Daves demuestra una vez más su extraordinario talento para el rodaje en exteriores, consiguiendo captar la belleza natural de las localizaciones -en la propia Arizona- por medio de hermosos movimientos de grúa y planos generales. En este sentido, destacan los diez minutos iniciales, absolutamente magistrales por la integración que se logra en ellos entre la acción y la naturaleza. Muy brillante resulta también la secuencia en la que los Apaches se preparan para su ataque; los vemos aparecer poco a poco, silenciosos, entre los árboles, sobre los riscos, con movimientos acompasados y en formación, sugiriendo la inminencia de su acometida y el cerco sobre sus "presas".

En conclusión, un estupendo entretenimiento, pero que esconde más mensaje y propicia más reflexión, de lo que en un principio aparenta.