A estas alturas, con muchas críticas ya publicadas, creo muy difícil aportar algo sustancial acerca de los aspectos formales de esta soberbia película de Lumet; en efecto, el guión es sobresaliente, las actuaciones memorables y, desde luego, fue una gran injusticia que a esta obra se le negara el Oscar en favor de "Rocky", pero en fín, estas son cosas que ocurren en nuestra sociedad compleja.

Es precisamente sobre esto último, que ya anunciaba el título de mi crítica, sobre lo que yo creo que versa, en realidad, el filme. En mi opinión, la película no trata realmente del mundo televisivo, sino que lo emplea como ejemplo pernicioso de lo que la sociedad moderna de mercado ha generado entre los hombres; la tesis que parece apuntarse es que esa sociedad, ese sistema de sistemas o red inextricable (es decir, "Network") en el que ya no importan las naciones, las ideologías y el máximo desarrollo de los individuos, sino la consecución de los objetivos, la imposición de códigos y la "domesticación social", conduce a la corrupción humana, y en última instancia, a su destrucción. El filme muestra esto contraponiendo los personajes de Holden y Dunaway; el primero aún se aferra a las certezas que le hacen humano, como el amor o la ética que aplica a su trabajo, mientras que la segunda ejemplifica ya a ese producto de Network, preocupada por la eficiencia, el éxito a toda costa. En ella la deshumanización ha alcanzado su máximo grado, y es ya incapaz de guiarse por sentimientos humanos, que ha sustituído por la lógica mercantíl. Representa ese ideal que persigue la sociedad compleja que anuncia Jensen a Beale, cuando le adoctrina en la sala de juntas, hablándole de las futuras generaciones que serán mantenidas, adoctrinadas y entretenidas por la inextricable red dominante.

Por todo ello, la película es sorprendentemente audaz y penetrante en la descripción de la sociedad que está en marcha, y denuncia los peligros que encierra con total lucidez y actualidad; de hecho, y a pesar de que se diga que el filme es un producto del desencanto americano de los setenta, sería perfectamente aplicable a nuestros días, y por eso mismo constituye una obra necesaria, imprescindible para entender y para entendernos.