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Voto de Quatermain80:
8
Drama La Última Orden se inspira en una historia supuestamente real, que se atribuye a Ernst Lubitsch. Su protagonista es un aristócrata zarista arruinado que, tras la Revolución Soviética, acaba recalando en Hollywood, donde trabaja como extra en una película que narra los convulsos días de la Revolución de 1917, y en la que encarna a un personaje cuya vida es idéntica a la suya. Esta extraña e insólita situación hace que afloren a su ... [+]
2 de noviembre de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comenzaré diciendo que con esta película me sucede algo poco habitual; generalmente reacciono mal ante aquellos argumentos que me resultan excesivamente forzados o inverosímiles, de modo que la historia que cuenta este filme, una verdadera "vuelta de tuerca", podía pesar negativamente en mi valoración sobre la misma. Si esto no ha ocurrido, creo que se debe por entero a la maravillosa pericia de Sternberg, uno de esos inclasificables e impagables realizadores centroeuropeos que emigraron tempranamente a Hollywood, desarrollando su mejor momento creativo a finales de los años veinte y principios de los treinta, esto es, en las postrimerías del cine mudo.

Cuando uno empieza a ver "La última orden" cree encontrarse ante una comedia ácida, pues el tramo inicial constituye una irónica descripción de Hollywood, en la que desde el principio queda claro quienes mandan y quienes constituyen el "proletariado", maravillosamente encarnado por esas legiones de extras que se apelotonan y empujan en pos de un papel, y que son desdeñosamente tratados por los encargados de vestuario (excelentes travellings, de ventanilla en ventanilla) y por el ayudante de dirección.

Pero entonces, cuando aparece el protagonista -en el que se percibe desde el principio la existencia de un trauma- y se da paso a un largo flashback (hábilmente introducido a través de un objeto vinculado al pasado), la película, sin dejar de lado completamente los toques irónicos, se desliza hacia el drama; todo este tramo central es el eje de la cinta, en el que mejor se analiza a los distintos personajes, especialmente al protagonista y a la actriz-revolucionaria de la que se enamora, cuya relación, llena de matices, equívocos y giros está maravillosamente desarrollada por el realizador. También resulta brillante -a pesar de su trazo grueso- la descripción del contexto, contraponiendo la aristocrática cúpula militar con los soldados y proletarios en vísperas de la revolución soviética; por cierto que el servilismo con el que los ayudantes del general se apresuran a servirlo es idéntico al que previamente hemos visto entre los ayudantes del realizador (todos solícitos a la hora de dar fuego), paralelismo sutil y malévolo muy del gusto de Sternberg. Las secuencias de masas ambientadas en la estación de ferrocarril destacan por su puesta en escena, verdaderamente ejemplar, y por un desarrollo vibrante, en el que las emociones contrapuestas se mezclan, al tiempo que se acelera el ritmo de los acontecimientos, cuya conclusión nos aclara el origen del trauma del protagonista, la causa verdadera de su amargura.

El tercer tramo, por tanto, es una vuelta a la "actualidad", y la materialización de esa "vuelta de tuerca" argumental según la cual se tornan los papeles entre el general ahora rebajado a simple extra y el antiguo preso revolucionario, ahora erigido en director. La conclusión de la historia, aunque un tanto forzada, no deja de emocionar al espectador, y eso es precisamente lo que le interesa a Sternberg, que habitualmente prioriza el aspecto emocional en detrimento de la verosimilitud del argumento.

Si la realización, de un detallismo y elegancia característicos (a veces se ha calificado a Sternberg de director "barroco" con ánimo despreciativo, pero en este caso ese rasgo suyo me parece una virtud), ya es suficiente motivo para admirar la película, qué decir de las interpretaciones, con un Emil Jannings excelente, a la altura de su fabulosa interpretación en "El último", del genial Murnau, y de una Evelyn Brent igualmente magnífica, aportando muchísimos matices a su personaje.
Quatermain80
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