“Volver” se convirtió en la reconciliación de Almodóvar con el público y la crítica que habían recibido sus película anteriores con excesiva frialdad. El retorno a la Mancha, al pueblo lleno de vecinas chismosas, al universo femenino y al melodrama conmovedor, supuso una especie de tregua entre el director y su nutrido grupo de detractores que no duraría más de un par de años. Pero mientras tanto la gente disfrutó con una de las películas más amables y complacientes de su carrera. La historia no es nada liviana, aunque lo pueda parecer, pero casi nadie le puso excesivos peros. Toquetea con la comedia costumbrista, con el thriller, con el realismo mágico y, como no podía ser de otro modo, con ese drama almodovariano que ya tiene denominación de origen. Es una buena película. Tierna, simpática, emotiva y muy hermosa. Lástima que no se note apenas la huella de ese Almodóvar transgresor y funambulista que a mí tanto me gusta. Todo está demasiado bien cocinado, perfectamente medido para no exaltar a los paladares más sensibles. Casi no hay sitio para la astracanada, el riesgo o la provocación. Esta vez no tocaba.