Me ha gustado. Parece que no suceda gran cosa; pero, aunque no se vean del todo, suceden unas cuantas. La serie cuenta las vidas de estos chicos en una gran ciudad despersonalizada y alienante que tiene su particular concepto de la normalidad, con un trabajo de oficina monótono y exigente; mientras se evaden con sus historias de otaku, su sentido de la amistad y las cosas del amor, y así pasa el tiempo casi sin darse cuenta.

La narración tiene sus puntos de ironía, los personajes tienen su propia profundidad, los diálogos son buenos, el sentido del humor es fino e ingenioso, en ocasiones resulta abiertamente gracioso, y la perspicacia psicológica es realmente acertada.

Y como muestra un botón: el muchacho con gafas juega un rato con la consola mientras desayuna solo en casa antes de ir a trabajar. Finalmente sale y se sube a un autobús. Se sienta, se queda pensando un momento mientras mira por la ventanilla y entonces saca su consola, se coloca los auriculares y continúa jugando durante el viaje con el ruido del autobús de fondo. Los demás pasajeros van en silencio mirando por la ventanilla. La escena está tan hábilmente narrada que te la quedas mirando con interés. Te das cuenta de que ahí hay algo más.

De hecho, admito que yo también soy medio otaku, trabajo en una oficina y, aunque soy algo mayor que los personajes de la serie, también tengo mis dilemas sentimentales. Me resulta mucho más fácil identificarme con lo que recrea este anime que con todos los rollos repletos de convencionalismos políticamente correctos de Hollywood y también made in Spain que echan por ahí. Será que soy medio friki.

Me llama la atención la escasa atención que presta la crítica digamos que seria a auténticas obras de arte como esta. Supongo que están a otro nivel. No son lo suficientemente otaku.