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Drama
Annie (Trine Dyrholm) es una exitosa abogada que vive en una casa de estilo modernista con sus dos hijas y su marido Peter, un reputado físico. La aparición de Gustav, un hijo que pertenece a una relación previa de Peter, pone patas arriba la armonía que reina en la vida de Annie. Lo que en un principio parece ser un movimiento liberador para ella, pronto se convierte en una historia de poder y traición que tendrá consecuencias ... [+]
16 de febrero de 2020
7 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es propiamente un thriller ni del género de intriga.
Aquí se trata de la historia de un momento familiar en la vida de una mujer mala (¿?) contada por otra mujer, la directora May el-Toukhy, de origen danés egipcio, en la que nos muestra que la buena imagen de corrección política de las sociedades nórdicas, tan perfectas y sin fallos tiene truco.
En realidad es mentira, no es como aparenta, es un espejismo resultado de la connivencia entre los poderosos buscando básicamente su interés y satisfacción (como en todos lados) Y si para conseguirlo se tiene que forzar un secreto familiar se fuerza y listo.
La directora parte de la base de que en las estructuras de poder el género no es relevante y de que además no tendría que ser relevante. Pero la realidad es muy tozuda y por lo común el género si que es relevante y sucede que el varón es en la mayoría de las ocasiones el depredador.
Y en su defensa cabría decir que es impresionante la disposición que tenemos de demonizar al varón obviando que en todos los colectivos, los de género incluidos, cuecen habas. En todos hay buenos, malos y regulares.
Los esteriotipos hacen mucho daño y nos predisponen. Así sexualmente en el varón la masculinidad se define por ser fuerte y tener una libido fuerte con más disposición dominante a ejercer el abuso hacia el sexo femenino. Por otra parte en el orden doméstico es donde la mujer tiene mayor control de la situación.
Con ese conocimiento la directora utiliza todo ello para jugar con trampa a que la audiencia tome partido. Y no escatima en recursos, la verdad, porque es generosa en las demostraciones de sexo explícito para enfatizar más el carácter de los personajes.
También es una historia sobre el ejercicio del poder y sobre las responsabilidades que conlleva para una persona estar en una posición poderosa. No se cae en la cuenta de la responsabilidad de la gente que detecta el poder, sólo se ve la impresionante ventaja de ser poderoso . Y en ese caso no se puede actuar de cualquier manera, sus decisiones (sobre temas comunes y sin importancia también) no son inocuas ni gratuitas, afectan a la gente y tienen consecuencias distintas de las que se tienen cuando se actúa sin poder. Además de ejercer poder también están obligados a ser responsables y de lo contrario se les deben de ajustar cuentas.
Algunos intentan esquivar la responsabilidad con la excusa de su motivación social, de querer reparar injusticias y abusos. cuando lo que realmente buscan es proyectar el problema que les aflige buscando en el ejercicio de autoridad, el mando por si sólo, un alivio ignorando que si están lastimados pueden lastimar a otros.
Realmente es recomendable hacer lo que es propio en esos casos que es ir a terapia
Pues bien, con buena interpretación principal, una hermosa fotografía, una banda sonora a mi juicio pesada, y algo de metraje sobrante, nos cuentan cuando y como se desarrollan los acontecimientos pero no el porqué
Aquí se trata de la historia de un momento familiar en la vida de una mujer mala (¿?) contada por otra mujer, la directora May el-Toukhy, de origen danés egipcio, en la que nos muestra que la buena imagen de corrección política de las sociedades nórdicas, tan perfectas y sin fallos tiene truco.
En realidad es mentira, no es como aparenta, es un espejismo resultado de la connivencia entre los poderosos buscando básicamente su interés y satisfacción (como en todos lados) Y si para conseguirlo se tiene que forzar un secreto familiar se fuerza y listo.
La directora parte de la base de que en las estructuras de poder el género no es relevante y de que además no tendría que ser relevante. Pero la realidad es muy tozuda y por lo común el género si que es relevante y sucede que el varón es en la mayoría de las ocasiones el depredador.
Y en su defensa cabría decir que es impresionante la disposición que tenemos de demonizar al varón obviando que en todos los colectivos, los de género incluidos, cuecen habas. En todos hay buenos, malos y regulares.
Los esteriotipos hacen mucho daño y nos predisponen. Así sexualmente en el varón la masculinidad se define por ser fuerte y tener una libido fuerte con más disposición dominante a ejercer el abuso hacia el sexo femenino. Por otra parte en el orden doméstico es donde la mujer tiene mayor control de la situación.
Con ese conocimiento la directora utiliza todo ello para jugar con trampa a que la audiencia tome partido. Y no escatima en recursos, la verdad, porque es generosa en las demostraciones de sexo explícito para enfatizar más el carácter de los personajes.
También es una historia sobre el ejercicio del poder y sobre las responsabilidades que conlleva para una persona estar en una posición poderosa. No se cae en la cuenta de la responsabilidad de la gente que detecta el poder, sólo se ve la impresionante ventaja de ser poderoso . Y en ese caso no se puede actuar de cualquier manera, sus decisiones (sobre temas comunes y sin importancia también) no son inocuas ni gratuitas, afectan a la gente y tienen consecuencias distintas de las que se tienen cuando se actúa sin poder. Además de ejercer poder también están obligados a ser responsables y de lo contrario se les deben de ajustar cuentas.
Algunos intentan esquivar la responsabilidad con la excusa de su motivación social, de querer reparar injusticias y abusos. cuando lo que realmente buscan es proyectar el problema que les aflige buscando en el ejercicio de autoridad, el mando por si sólo, un alivio ignorando que si están lastimados pueden lastimar a otros.
Realmente es recomendable hacer lo que es propio en esos casos que es ir a terapia
Pues bien, con buena interpretación principal, una hermosa fotografía, una banda sonora a mi juicio pesada, y algo de metraje sobrante, nos cuentan cuando y como se desarrollan los acontecimientos pero no el porqué
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Anne, es una abogada de mediana edad madura, esposa, madre y defensora estatal de los derechos de los niños. Vive con su marido, reputado físico, en una casa modernista en un entorno privilegiado con las dos hijas del matrimonio. Goza de una buena vida y una posición alta y acomodada.
En esas que al matrimonio le cae en suerte la custodia del hijo adolescente de un matrimonio anterior del marido, Gustav, expulsado una vez más del centro escolar al que acude. El chico de dieciséis años lo que demanda es atención pero es perfectamente recuperable.
Anne siente su posición y a sus hijas amenazadas, no se lo piensa dos veces y despliega toda una estrategia para llevar a cabo el acoso y derribo del chaval en modo pasivo agresivo moviéndose con toda la confianza como pez en el agua en un entorno que conoce por motivos profesionales a la perfección: el de los abusos a menores.
Desde el minuto cero lo tiene claro y obra en consecuencia. No da puntada sin hilo, nada es casual, ni lo de no comentarle a su marido que quien saqueó la casa y el responsable del robo es el chico, ni lo de ser nice y amable en todo etc...
Por motivos profesionales sabe perfectamente cual va a ser el patrón que va a desarrollar el chaval (primero invasión del espacio, luego apropiación indebida seguido a continuación de relaciones sexuales en domicilio con folloamiga sin permiso previo, terminando finalmente por faltar al respeto a su padre accediendo sexualmente a su madrastra una vez ella le incita levemente). Quiere entrampar al chico y darle la patada lo más definitivamente posible haciéndole quedar como un memo
Lo de Anne no es ni por falta de atención de su esposo, ni por animadversión real contra el chico ni por nada que se justifique. Realmente nadie le ha dado motivos. Ella va a lo suyo, a su bola, que es la de blindar su status y expulsar al intruso de lo que considera suyo por derecho, a modo de rechazo de órgano donado.
Los lloros y la pena que despliega finalmente al conseguir echar al hijo de la vida del padre lo son fruto de la fatiga y del estrés acumulado por tanta faena. Es una crisis de autocompasión. Y luego se queda tan pancha.
El matrimonio se queda igual que al principio con la salvedad de que el problema queda resuelto, excepción hecha del mosqueo del marido (que lo es por el pobre chaval pero como que el sexo le trae al pairo, ya que tiene lo suyo con contentar las demandas de su mujer) pero que Anne asume perfecta y contenta. Nada nuevo bajo el sol.
Para la directora de la película es algo exótico el que en las estructuras de poder se de el caso inverso de lo común, en el que la mujer es la depredadora pero la verdad es que uno de los estereotipos en nuestra cultura mediterránea es la de una "mala mujer que no tiene corazón". Es normal y no se nos olvida fácilmente, no por inconscientes sino porque a todos esa figura nos evoca por desgracia a algún caso real.
Y si. En este caso reconozco que el fin justifica los medios. El hombre no da el perfil para atender a dos familias y la mujer, una vez la otra madre se ha dado por vencida, hace lo que tiene que hacer. Lo único es que en la película le salen demasiado bien las cosas. En la vida real no se tiene tanta suerte.
Un marido tan tonto como para que la mujer se pase dos pueblos se merece eso y mucho más. Y el chaval con conocimiento del oficio de la madrastra de haber tenido dos dedos de frente tendría que haber respetado, que como jefe de menores le puede meter un puro, hacer su vida sin empatizar esquivando a la bruja. Así de fácil
En esas que al matrimonio le cae en suerte la custodia del hijo adolescente de un matrimonio anterior del marido, Gustav, expulsado una vez más del centro escolar al que acude. El chico de dieciséis años lo que demanda es atención pero es perfectamente recuperable.
Anne siente su posición y a sus hijas amenazadas, no se lo piensa dos veces y despliega toda una estrategia para llevar a cabo el acoso y derribo del chaval en modo pasivo agresivo moviéndose con toda la confianza como pez en el agua en un entorno que conoce por motivos profesionales a la perfección: el de los abusos a menores.
Desde el minuto cero lo tiene claro y obra en consecuencia. No da puntada sin hilo, nada es casual, ni lo de no comentarle a su marido que quien saqueó la casa y el responsable del robo es el chico, ni lo de ser nice y amable en todo etc...
Por motivos profesionales sabe perfectamente cual va a ser el patrón que va a desarrollar el chaval (primero invasión del espacio, luego apropiación indebida seguido a continuación de relaciones sexuales en domicilio con folloamiga sin permiso previo, terminando finalmente por faltar al respeto a su padre accediendo sexualmente a su madrastra una vez ella le incita levemente). Quiere entrampar al chico y darle la patada lo más definitivamente posible haciéndole quedar como un memo
Lo de Anne no es ni por falta de atención de su esposo, ni por animadversión real contra el chico ni por nada que se justifique. Realmente nadie le ha dado motivos. Ella va a lo suyo, a su bola, que es la de blindar su status y expulsar al intruso de lo que considera suyo por derecho, a modo de rechazo de órgano donado.
Los lloros y la pena que despliega finalmente al conseguir echar al hijo de la vida del padre lo son fruto de la fatiga y del estrés acumulado por tanta faena. Es una crisis de autocompasión. Y luego se queda tan pancha.
El matrimonio se queda igual que al principio con la salvedad de que el problema queda resuelto, excepción hecha del mosqueo del marido (que lo es por el pobre chaval pero como que el sexo le trae al pairo, ya que tiene lo suyo con contentar las demandas de su mujer) pero que Anne asume perfecta y contenta. Nada nuevo bajo el sol.
Para la directora de la película es algo exótico el que en las estructuras de poder se de el caso inverso de lo común, en el que la mujer es la depredadora pero la verdad es que uno de los estereotipos en nuestra cultura mediterránea es la de una "mala mujer que no tiene corazón". Es normal y no se nos olvida fácilmente, no por inconscientes sino porque a todos esa figura nos evoca por desgracia a algún caso real.
Y si. En este caso reconozco que el fin justifica los medios. El hombre no da el perfil para atender a dos familias y la mujer, una vez la otra madre se ha dado por vencida, hace lo que tiene que hacer. Lo único es que en la película le salen demasiado bien las cosas. En la vida real no se tiene tanta suerte.
Un marido tan tonto como para que la mujer se pase dos pueblos se merece eso y mucho más. Y el chaval con conocimiento del oficio de la madrastra de haber tenido dos dedos de frente tendría que haber respetado, que como jefe de menores le puede meter un puro, hacer su vida sin empatizar esquivando a la bruja. Así de fácil