Pocas veces el director danés se implica emocionalmente con aquello que narra, resultando una realización fría y acusada de distante. En cierto modo, este hecho hace que las sensaciones que suscita la obra recaigan directamente en el espectador, que acude a la cita en cierto modo "virgen", sin ningún tipo de manipulación (si no tenemos en cuenta ciertos recursos metafóricos como por ejemplo el uso del mando a distancia para rebobinar la cinta en la intensa "Funny Games").

Pero por primera vez en su filmografía, Haneke muestra cierta cercanía sobre sus personajes. Sin ningún tipo de adorno fílmico, muestra la cruda realidad del proceso degenerativo de una pareja de ancianos a la cual se le diagnostica, a uno de los conyuges, un enfermedad irreversible. La naturalidad con la que relata el proceso, sin resarcirse en el sufrimiento ajeno, destacando por igual momentos emotivos y momentos de autentica dureza, la soledad que refleja en la pareja una vez deben hacer frente a su nueva situación, son razones más que suficientes para que el director no añada nada de su propia cosecha para transmitir su mensaje.

El uso de la palabra "amor" en su título es ya toda una declaración de intenciones. Aquí no habla del amor "fou", no es ese amor pasional y carnal que acontece en la adolescencia y, en algunos casos, en la madurez. Nos muestra un amor que solo aquellos que han estado toda una vida juntos, uno al lado del otro, entienden y que, ante el declive físico de uno y el desgaste emocional del otro, se acabe tomando una terrible decisión como último acto de amor entre ambos (los que hayan visto el film sabrán de lo que se habla).

Es significativo el hecho que durante el relato, la única escena que sucede fuera de las paredes del apartamento sea al principio de la cinta, donde se nos muestra, mediante sus famosos planos generales, la cotidianidad del día a día de la pareja, hasta que la calamidad entra en escena con el primer síntoma de enfermedad. Después, ningún otro momento se contempla el exterior, las estancia se transforman en la metafórica cárcel emocional en la que se convierten sus vidas, mostrando la paulatina dependencia física y psíquica. Hace especial hincapié en el proceso de humillación por parte del enfermo al verse impedido de realizar las tareas más sencillas de su vida cotidiana, magistralmente reflejado en el rostro de la actriz Emmanuelle Riva cada vez que es atendida en su dependencia.

Aunque parezca irrelevante, el personaje que interpreta por Isabelle Huppert representa esa otra realidad, conectada a la situación dramática, que adquiere conocimiento de causa cuando se sumerge en ella y desaparece, acompañado de cierto alivio culpable, una vez que se vuelve a la vida propia. Es este personaje, junto con el de las asistentas, el que refleja la soledad a la que es abocada la pareja, enfrentándose sola a su realidad.

Distando mucho de la obra maestra que pretende ser, nos encontramos con un film crudo y evocador, melancólico a la par que áspero, fiel reflejo de la realidad, que por desgracia, muchos hemos tenido que vivir.

Lo mejor; El tour de force interpretativo entre los dos protagonistas.

Lo peor; Es tan amarga que pocos visionados resiste.