La mezcla de géneros es un constante en el cine. Dos de ellos tan opuestos, en principio, como son el cine bélico y el cine de terror, rara vez se fusionan ofreciendo un extraño engendro fílmico al espectador. Contadas son las producciones que nos llegan en donde la acción y el drama, propios de una guerra, se mezclan con los presupuestos terroríficos que conlleva el género.

Podría decirse también que, la crudeza con la que se narran los hechos que acontecen en el campo de batalla, ya son de por sí lo suficientemente terroríficos como para añadirle cualquier elemento sobrenatural. Pero no conformes con ello, varias películas muestran horrores más allá de lo mundano, despertando fantasmas interiores y exteriores entre trincheras. La británica "Deathwatch" de Michael J.Bassett, la coreana "R-Point" del tándem Gong-Su-chang y So Young Gong, o la española "El páramo" de Jaime Osorio Marquez serían ejemplo de ello.

La última producción de este ambiguo subgénero es "Overlord" de Julius Avery. Un film que bebe directamente de una pequeña producción de culto como es "Zombis Nazis" de Tommy Wirkola, al ubicar su acción durante la Segunda Guerra Mundial y con experimentos nazis de fondo. El total desprejuicio y desfachatez de la primera, consciente de saberse imposible, es transformado aquí por una solemne sobriedad que descoloca al presente sin saber muy bien a qué atenerse. Y, aunque las comparaciones son odiosas, aquella que realmente es consecuente en lo que ofrece, es la que resulta triunfadora.

Tras un prometedor prólogo, con una de las mejores escenas de acción vistas del año, la película cae en todos y cada uno de los clichés habidos y por haber en este tipo de producciones, desde la representación femenina por parte de una lugareña, con su indispensable infante (aquí su hermano menor), o el antihéroe que resultará tener las agallas necesarias para erigirse triunfador, hasta el arquetípico villano. Al caminar por senderos conocidos, la segunda mitad del film pesan como una losa, siendo ardua de digerir con las idas y venidas de los protagonistas.

Por otro lado, sorprendente resulta la cuidada realización del film, mimando cada detalle de producción y presentando una estupenda fotografía que consiguen crear un empaque de lujo para una película de estas características, más cercana a la pura serie B que a una superproducción hollywoodense. Gracias a ello y a los 30 minutos finales, donde el director consigue desmarcarse de la formalidad impuesta y ofrecer todo un espectáculo de acción y sangre, la película gana enteros, dejando un buen sabor de boca, transformando el tedio previo en un vago recuerdo y haciendo que perdonemos ese tufillo nacionalista que desprende el relato. Al final, una grata sorpresa.

Lo mejor; La dirección de Julius Avery. (Sólo basta ver el trepidante prólogo para cerciorarse de lo que el director es capaz de hacer).

Lo peor; Se toma demasiado en serio a ella misma, mostrándose grandilocuente en lo que ofrece.