El ultimátum de Bourne de Paul Greengrass, nos ofrece el final de la novela de Robert Ludlum, al igual que su predecesora de forma magistral y única. Con la acción por bandera y un ritmo frenético vuelve a conseguir poner al espectador en el culmen de la intriga y el suspense con una dirección atrevida y competente.
De nuevo, los efectos son el plato fuerte, con unas persecuciones espectaculares que mantienen al espectador pegado a la pantalla e impresionado con una música arrolladora e inquietante, y unos efectos visuales sobrecogedores y espléndidos.
Los movimientos de cámara en la acción dan gran realismo al film, y los montajes son arriesgados y sorprendentes. Las actuaciones una vez más, son serias y convincentes, al igual que el guión, que se mantiene enigmático hasta el final, junto con un argumento que para no variar, absorbe al espectador hasta que termina la cinta, poniendo el broche de oro, a una historia sin desperdicio.
En definitiva, un thriller de acción y espionaje de los que gustan ver, porque entretienen, emocionan y maravillan, hasta el punto de ser considerado imprescindible e inolvidable por los amantes del buen cine, y no solo esta parte sino las 3 en total, las cuales no pueden dejar de ser vistas, por ser auténticos punto y aparte de la historia reciente de nuestro cine.