La dolce vita de Federico Fellini es una comedia dramática que toma como base el periodismo. Dirigida con un ritmo moderado y con el estilo personal y característico del director, es una obra que carece de trama lógica y lo que hace es mostrar las vivencias de un periodista que, rodeado de mujeres y éxito, no aprecia su vida en su totalidad, argumentando sus excesos en varios días y noches junto con las personas que lo rodean, siendo por tanto una historia sencilla pero sumamente atractiva para el cinéfilo experimentado o los amantes del cine clásico, que asisten con asombro a una obra en la que no es necesario llamar la atención o dar espectáculo para acaparar toda la atención del espectador. Realizada de modo irresistible tiene un resultado admirable que cautiva a todo aquel que se aventure a descubrirlo.
La fotografía en blanco y negro es evocadora y hace gran uso de los claroscuros, concluyendo una labor hermosa y repleta de detalles estéticamente perfectos que la hacen visualmente magistral. La música es melódica en las fiestas gracias a unos sonidos rítmicos y otros eclesiásticos, confeccionando un variado trabajo que hace un sutil acompañamiento de la trama en las escenas oportunas, encantando al público gracias a la mano experta de Nino Rota. Los planos y movimientos de cámara concluyen un soberbio trabajo muy profesional mediante el uso del seguimiento, reconocimiento, primeros planos, generales, avanti, retroceso, grúas, cámara en mano y subjetivos que sacan lo mejor del film.
Las actuaciones son auténticas y relucientes. Como protagonistas Marcello Mastroianni está deslumbrante y seductor como es costumbre en él, Anita Ekberg está sensual y muy llamativa en su labor y Anouk Aimée sincera y creíble, siendo remarcables los acompañamientos de Yvonne Furneaux, Alain Cuny, Nadia Gray y Annibale Ninchi entre otros. Emplea para estos la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones distinguidos e impolutos que marcan la alta clase social y que obtuvieron el oscar, al igual que los lujosos y preciosos decorados tanto de interiores como de exteriores que te transportan in situ.
El guion, escrito por el director junto con Tullio Pinelli, Ennio Flaiano y Brunello Rondi, carece de la típica línea argumental con razonamiento lógico, y sin embargo, exhibe de modo sobresaliente la historia de un periodista algo hastiado de todo lo que le rodea, tanto por sus asuntos amorosos como profesionales en los que no llega a alcanzar lo que desea, dejando claro que no está conforme con su vida y concluyendo con ello una aventura penetrante que incita al público y deja en mal lugar a los periodistas, intelectuales y vividores en cuanto a excesos se refiere, ya que por ello se alejan del camino correcto. Esto se lleva a cabo con una narrativa variada que depende del personaje, y que pasa de ser vulgar a impoluta y de insidiosa a expresiva, siendo por tanto sugestiva y llamativa para el público.
En conclusión, la considero una de las mejores y más memorables cintas del director, por profundizar en un personaje que está al borde del colapso y el hastío de su propia vida, rematando una reflexivo film que cautiva con inteligencia y da que pensar que, no porque tengas más, eres más feliz o llevas una vida mejor, sino más bien lo contrario. Muy recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, montaje, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones, decorados y narrativa que convierten a La dolce vita, en una obra imprescindible y cautivadora en el séptimo arte que es de visión obligada para todos aquellos dispuestos a descubrir las mejores y más conocidas películas de la historia del cine.