Brazil de Terry Gilliam, es un drama fantástico considerado un film de culto, y desde luego, detalles no le faltan. Dirigida con su sello personal y singular, tiene una trama embrollada de difícil explicación salvo en la mente del protagonista, el cual mezcla la realidad con la fantasía.
Los decorados, vestuarios y caracterizaciones son el plato fuerte, distintos, originales y sorprendentes, dotados de mucha imaginación y no desprovistos de mérito. Al igual que las actuaciones, que son excéntricas y carismáticas, en especial Jonathan Pryce en su papel principal, y las breves pero brillantes apariciones de Robert De Niro.
La fotografía es futurista y fantástica, enigmática en conjunto y desde luego rica en matices, la cual crea una atmósfera magnética y penetrante para el espectador. Acompañada de forma magistral por una música distinta, que en principio poco a nada tiene que ver con lo que en el film se ve, aunque a última hora si quedará más claro su uso.
Y por supuesto, mencionar un guión raro, oscuro e incomprensible para el público, pero que quedará bien atado al final. Por lo que, aún sin ser una gran obra, es única en su especie, y desde luego, totalmente recomendable para los seguidores de las películas de culto, que busquen historias "raras" pero convincentes en su definición, de las que gustan por su extrañeza y singularidad.