Cualquier parecido con la leyenda que todos conocemos es pura casualidad.

Ese debería ser el mensaje de advertencia que figurara al principio de esta película, y no ese amago de historia que tratan de colarnos con unas preciosas letras góticas. Estoy segura de que así muchos se habrían evitado una decepción que ha causado (estoy segura) la mayor parte de las notas negativas que se le han dado a este film.

"Robin Hood" es una película que no tiene nada que ver con Robin Hood. ¿Curioso? Bueno, la dirige Ridley Scott, artífice también de "Gladiator", una película ambientada en la Roma imperial y cuyo asesor histórico pidió que no se mencionara su nombre en los créditos debido a las múltiples licencias que tanto el director como los guionistas se habían tomado. Así pues, ¿cómo me iba a sorprender que Robin Hood no tuviera nada en común con el legendario Robin Hood?

Nos encontramos ante una película de aventuras en una Edad Media representada al gusto actual, es decir, sórdida y oscura. El comienzo es bastante bueno, pues empezamos con un asedio a un castillo. Una batalla. La especialidad de Scott, y ahí es donde se ve realmente el talento del director. ¿Qué falla, entonces? Pues, lamentablemente, todo lo demás.

El argumento adolece de enormes lagunas que dejan al espectador bastante descolocado. Robin Longstride es un huérfano que forma parte del ejército de arqueros del rey Ricardo, aunque creo que no tira más de diez flechas en toda la película. Como sucede en todas las películas yankees de este tipo, es un guerrero serio al que todos sus compañeros admiran y obedecen. Por supuesto, maneja todo tipo de armas con una destreza insuperable (¿cómo puede hacerlo, si son armas privativas de la nobleza a la que él no pertenece?) y hace gala de unos pensamientos sobre la libertad del individuo que dejan a más de uno pasmado (huelga decir que también es un magnífico orador que con tres palabras de nada conquista a todo un pueblo).

Incomprensibles las motivaciones del malo, un calvo inglés que se hace francés porque sí, porque le da la gana. El rey Juan Sin Tierra es déspota, ladino y envidioso, tal como lo pinta la leyenda negra. Y esa Lady Marian, una escuálida Cate Blanchett manejando el arco "like a pro", acaudillando un ejército de niños del bosque un poco rarunos que nadie sabe quiénes son ni por qué están ahí, porque nadie lo explica.

Las escenas de romance entre Robin y Marian son inevitables, pero resultan sosas y carentes de profundidad. No sé en qué momento empiezan a sentir una atracción tan fuerte, pero quizá tampoco importa mucho. En medio de tanto despropósito, no es lo más raro que tiene la película.

Pocas cosas salvables encuentro en "Robin Hood". Quizá el vestuario, la fotografía y parte de la banda sonora. El reparto no acaba de convencer. Russell Crowe tiene todo el tiempo la misma expresión y se nota que sigue pensando en su papel en "Gladiator". Sus Merry Men no son nada alegres, y no simpatizo con ninguno de ellos. Quizá los mejores sean Max von Sydow y William Hurt, que están bastante correctos en sus papeles de Locksley y Marshall.

Lástima de película, que podría haber sido mucho mejor de no haber llevado el título de "Robin Hood". Con otro título, habría sido una aceptable película ambientada en la Edad Media. Así, no es más que un engañabobos. Una pena.