Una película lenta avanza, se dirige hacia algún lugar, despacio, a su ritmo, pero parece poseer una meta. Extraños en el paraíso no es lenta, es estática. No se dirige a ninguna parte. Los personajes, al igual que la película, son estáticos y planos; sólo se definen por algunas características muy generales que no varían durante el tiempo de metraje. En ocasiones proyectan un halo de vacuidad que no hace sino reforzar la idea de inmovilidad que el film exhala. No actúan por motivaciones, lo hacen por inercia: porque es lo que se espera de ellos, porque lo dicta un ser superior o porque lo exige el guión. Los escasos planos en los que alguno de ellos aparece solo, se encuentra perdido, esperando a alguien a quien dar el pié o de quien recibirlo. Los planos se limitan a generales, medios, cortos y a dos, encadenados por un corte a negro de lo más molesto. Un símil literario correspondería al de una obra en la que estuvieran ausentes las comas, los puntos y seguido y los puntos y coma. Tras cada frase sólo encontraríamos un punto y aparte, produciendo un discurso traqueteante y torpe, exento de ritmo y técnicamente pobre.