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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
6
Drama Antes de Elvis, Elton John y Madonna, existió Liberace: pianista virtuoso, artista exuberante, habituado a la escena y a los platós de televisión. Liberace apreciaba la desmesura y cultivaba el exceso, dentro y fuera del escenario. Un día de verano de 1977, el joven y guapo Scott Thorson entra en su camerino y, a pesar de la diferencia de edad y del medio social, los dos hombres empiezan una relación secreta que duraría varios años.
15 de diciembre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De verdad que va a ser la última película de Steven Soderbergh? ¿No habrá tenido una protuberante erección el cineasta con tanto Emmy y reconocimiento por medio… de la despedida? La vida de Scott Thorson podría ser plasmada desde Martin Scorsese hasta John Waters sin perder un ápice de personalidad. Sus memorias y relaciones sexuales aireadas, operaciones de cirugía, consumo drogas, delitos mayores y menores y múltiples enfermedades hacen que “Behind The Candelabra” pudiera ser el un piloto en forma de capítulo doble de una serie sobre el amante de Liberace. Que el telefilm de Soderbergh haya recibido la friolera de 16 nominaciones a los Emmys y ganado 11, 4 a los Globos de Oros, el premio de la crítica de televisión norteamericana y su paseo por la sección oficial de Cannes, deja claro que su calidad junto con las interpretaciones de Michael Douglas y Matt Damon. Todo el envoltorio es incuestionable pero, ¿hay algo más detrás del candelabro aparte del morbo y la colección de pianos de juguete?

Otra cuestión es aquello que ha quedado disimulado a la zaga del candelero en la película de HBO y las posibilidades de la historia. El director de “Sexo, mentiras y cintas de video” ha preferido dotar de piezas sórdidas la partitura cinematográfica de su obra por encima de sus desfases de comedia negra. ¿Sentimos aquí pena o asco por las vidas de Thorson y Liberace? ¿Nos aterra o nos divierte esa imagen del pianista durmiendo (y roncando) con los ojos abiertos tras someterse a numerosas operaciones de cirugía y estiramientos faciales que le impedían cerrar sus párpados? Entre pianos de juguete entre candelabros, oro y lentejuelas, Liberace coleccionaba amantes y el proceso del enamoramiento, convivencia, silencio, ruptura y decepción lo va a vivir Thorson desde sus dos posibles puntos de vista. Más allá de la anunciada cronología en su relación y el circense cúmulo de vestuario, fachada y juego de luces, habita una historia que difumina la línea de una relación física y sexual con otra paternal, reconvirtiendo a ese hijo en una réplica del progenitor.

No veo un filme pro-homosexual por ningún lado ni el libreto de Richard LaGravenese quiere ejercer de panfleto o alegoría sobre la exhibición de la homosexualidad detrás de un candelabro que estaba a la vista de todos: vemos sólo aquello que queremos ver. Soderbergh prefiere lidiar con la farsa en la que vivía su protagonista manteniendo su ficticia heterosexualidad hasta en su lecho de muerte y por parte de sus representantes hasta que una autopsia revelaba las causas de su fallecimiento. “Behind The Candelabra” tiene su punto de extravagancia y sus tentativas de humor con ese cirujano plástico (Rob Lowe) completamente plástico, aunque desconocemos su potencial de oscuridad cómica al quedar enterrado entre la fantasmagoría dramática y los moldes de una historia universal donde el amor y el afecto conviven con el dinero, la vejez, el sexo y las drogas. Nos interesa ver que los elementos posicionales de la relación son precisamente agentes, abogados, porno-chachas o médicos afines a la dieta de California, pero en todo el conjunto anida un cuente macabro sobre el encierro de la ‘princesa’ en el castillo del Rey y un juego de deseo y necesidad psicológica de represión y castigo. El kitsch y ese humor han quedado cubiertos por la peluca de Liberace como bien nos muestra esa secuencia en la que Thorson se asusta ante la incapacidad de reconocer al mito al desnudo. Soderbergh no engaña a nadie y su honestidad es admirable aunque la convencionalidad de la tv-movie la aparta de cualquier tipo de reivindicación, tanto para el autor como para el cine LGBT.
Maldito Bastardo
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