En plena fiebre/homenaje/recopilatorio de Hugo Chávez resulta interesante recordar el mítico «¿Por qué no te callas?» de Juan-Ca a Hugo ‘Boss’ para aplicarlo a la última película de Jason Statham y enésima repetición clónica de sus largometrajes de acción. ¿Parker-no-te-callas Statham? ¿No te da vergüenza hacer la misma película una y otra vez? ¿Hasta los pósteres parecen los mismos? Bueno, le pagan por ello… Tiene que costear la cara lencería de su novia Rosie Huntington-Whiteley, premiada con dos nominaciones a los Razzies en su primera y de momento única actuación. ¿Tal para cual?

Más allá de la nula dirección y ridiculez de la propuesta, el peligro es comprobar que estamos ante una posible franquicia siguiendo el polvo de las novelas de Donald E. Westlake. Y eso sin contar con que el póster debería ser denunciado por publicidad engañosa (sale con ese traje 15 segundos). ¡15 Segundos! ¿Los que tiene salvables está película con Jennifer Lopez en ropa interior? Statham, además, no sale para nada elegante: disfrazado de cura, de cowboy pueblerino tejano sin glamour y como pupas con camiseta de tirantes manchada de sangre para marcar que aquí no paran de partirle la cara y rajarle por todos lados. “Parker” es una simple sucesión de chascarrillos e intrascendencia en su discurso mil veces visto.

En vista que realizar críticas cargadas de odio de películas clónicas acaba por convertir las críticas en clónicas, he decidido utilizar la popular crítica de Carlos Boyero de "Los amantes pasajeros" para demostrar que las armas, los [corchetes] y las críticas las carga el diablo. Es más, a partir de ahora copiaré la siguiente crítica citando al autor y cambiando el nombre del director de cada nueva película clónica de Jason Statham. Así, podré escribirlas antes de ver la película y dar al botón de 'ENVIAR' cuando las vea. ¡Soy un genio! Ahora sólo me falta cobrar... como Jennifer Lopez en esta película.

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[Parker-no-te-callas]

Aunque el interés por la obra reciente, o incluso pasada (con algunas excepciones) del creador cinematográfico [Taylor Hackford] sea leve o inexistente, es imposible para alguien que no tenga la voluntad o la suerte de estar absolutamente desconectado de los medios de comunicación, de las noticias, de esa cosa tan pesada llamada realidad. El apabullante sentido del marketing que posee [Jason Statham] se encarga de ofrecer exhaustivos datos, pistas, claves, enigmas y revelaciones sobre la naturaleza de la trascendente película que va a engendrar.

Espero ansiosamente la solución de estos enigmas con el sincero deseo de que una [película de acción] me procure [entretenimiento, espectacularidad, adrenalina], independientemente de mis razonados prejuicios (¿o es solo grima?) ante la mayoría del cine protagonizado por [Jason Statham], mientras contemplo el arranque de [Parker]. Se desarrolla en [Palm Beach y trata sobre un tipo difícil de matar y una tipa a la que el tipo misteriosamente no mata a polvos]. Pero sigo esperando a [entretenimiento]. Que algo de lo que veo y escucho me haga [inquietar y sorprenderme]… algo que justifique estar mirando la pantalla.

Se supone que en algún momento semejante acumulación de despropósitos con pretensiones va a conseguir su sagrado objetivo. O sea, que te [entretenga]. Pero no hay forma. La acreditada elegancia del autor en esta ocasión parece no haber nacido de su cerebro, sino de su glúteo, lugar nada conveniente para despertar la [diversión] del público. Y no entiendo, hasta que me lo explique alguna tesis doctoral, en qué se diferencia este producto de las películas más inmundas de [Uwe Boll y David R. Ellis], de aquel cine pesado y que provoca sonrojo. La sensación permanente que me asalta padeciendo la ridícula [Parker] es algo ingrato llamado vergüenza ajena. Se supone que por muy endiosado que se sienta el creador [Taylor Hackford], alguien que le profese cariño, respeto y en posesión de unas gotas de sentido común debería haberle ofrecido honesto y lúcido consejo sobre ese guion y el patético engendro que podía crear al trasladarlo a imágenes. Pasen, vean, escuchen y juzguen, comprensibles buscadores de alegría y posmodernos envejecidos. La entrada solo vale entre siete y diez euros. Pero dudo que exista el libro de reclamaciones.