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Voto de Maldito Bastardo:
5
4 de junio de 2006
87 de 124 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recurriendo a uno de esos chistes "clásicos" donde El Lobo pregunta a Caperucita qué a donde se dirige y ésta le responde sin reparos (y levantándose la falda homenajeando a un transexual de "El diario de Patricia") que va a lavarse al río to el coño; el Sr. Lobo se queda perplejo, paralizado y finalmente espeta: "¡Joder, como ha cambiado el cuento!".
Precisamente "Hard Candy" va de eso. De cambiar radicalmente los roles del famoso cuento y convertir a la inocente Caperucita en todo un caramelo duro de roer. En una femme fatale con matrícula y honoris causa. Capaz de hablar sobre cualquier tema a practicar una castración con un manual de medicina de los años treinta.
He ahí su peor defecto. Creo que nadie se cree el papel que interpreta Ellen Page por mucho empeño que le pone al asunto.
Tampoco el Sr. Lobo (Patrick Wilson), que responde perfectamente al duelo interpretativo de la Page, ni es tan fiero y usa dentadura postiza. El espectador se queda entra la espada y la pared intentando averiguar quién es la victima y el verdugo de este macabro juego psicológico.
Tampoco ayuda el desarrollo planteado por Brian Nelson, que aunque recurra a "Audition" o "La muerte y la doncella", acaba introduciéndose en un terreno farragoso del cual no puede escapar.
Que el peso de todo el filme lo lleven dos personas en una casa puede que funcione en casos excepcionales ("La huella" por ejemplo) pero lo normal es cagarla. Y ni la interesante concepción audiovisual y digital de David Slade a base de primeros planos y cámara inestable puede evitar el descalabro.
"Hard Candy" no solo pierde fuelle. Pierde neuronas desde su punto medio hasta su desenlace cada vez que los protagonistas abren la boca para añadir información a la trama. La incoherencia que inunda la pantalla y su final de traca no cuela. Ni con cola de la buena.
Pero como estamos en fiestas y siempre me agrada ver películas independientes, rodadas en dieciocho días que son capaces de despertarme un dolor genital tras su visión, un aprobado y para casa.
"Hard Candy" nos vuelve a desvelar que habrá que esperar (y mucho) a qué surja un nuevo Hal Hartley en el panorama independiente americano, por mucho que en Sundance nos intenten vender la moto.
Al menos la controvertida y lynchiana "Primer" era más original y arriesgada.
Precisamente "Hard Candy" va de eso. De cambiar radicalmente los roles del famoso cuento y convertir a la inocente Caperucita en todo un caramelo duro de roer. En una femme fatale con matrícula y honoris causa. Capaz de hablar sobre cualquier tema a practicar una castración con un manual de medicina de los años treinta.
He ahí su peor defecto. Creo que nadie se cree el papel que interpreta Ellen Page por mucho empeño que le pone al asunto.
Tampoco el Sr. Lobo (Patrick Wilson), que responde perfectamente al duelo interpretativo de la Page, ni es tan fiero y usa dentadura postiza. El espectador se queda entra la espada y la pared intentando averiguar quién es la victima y el verdugo de este macabro juego psicológico.
Tampoco ayuda el desarrollo planteado por Brian Nelson, que aunque recurra a "Audition" o "La muerte y la doncella", acaba introduciéndose en un terreno farragoso del cual no puede escapar.
Que el peso de todo el filme lo lleven dos personas en una casa puede que funcione en casos excepcionales ("La huella" por ejemplo) pero lo normal es cagarla. Y ni la interesante concepción audiovisual y digital de David Slade a base de primeros planos y cámara inestable puede evitar el descalabro.
"Hard Candy" no solo pierde fuelle. Pierde neuronas desde su punto medio hasta su desenlace cada vez que los protagonistas abren la boca para añadir información a la trama. La incoherencia que inunda la pantalla y su final de traca no cuela. Ni con cola de la buena.
Pero como estamos en fiestas y siempre me agrada ver películas independientes, rodadas en dieciocho días que son capaces de despertarme un dolor genital tras su visión, un aprobado y para casa.
"Hard Candy" nos vuelve a desvelar que habrá que esperar (y mucho) a qué surja un nuevo Hal Hartley en el panorama independiente americano, por mucho que en Sundance nos intenten vender la moto.
Al menos la controvertida y lynchiana "Primer" era más original y arriesgada.