En la última temporada de “Lost” se reconstruye una nueva realidad donde todo se hilvana, interrelaciona e incluso se contradice con aquella que la formó.
Woody Allen en “Annie Hall” realizaba una reconstrucción de una realidad pasada optando por la ficción.
¿Es, acaso, el cine aquella manera de reconstruir aquello arrebatado y perdido? Pero vayamos atrás en el tiempo y conservemos milagros cinematográficos. Volvamos a la época de un hombre y un dios. Volvamos al cine de un maestro Dreyer y a uno de sus momentos álgidos, “Ordet”. Así, Reygadas dibuja una doble parábola sobre la (im)posibilidad de volver atrás al menos sin obrar un milagro. La vuelta de la muerte fue buscada con cierta contemporaneidad por Jonathan Glazer en “Reencarnación”. No convenció. Tampoco a muchos les convence “Luz silenciosa” pero esos travellings naturalistas son un juego cinematográfico, en mi opinión, de volver el cine a unas raíces que fueron arrancadas por el cine como objeto de consumo, por el star-system o la exaltación mercantidística de explotación.
Ese contradicción entre la filmación naturalista de la cotidianidad y espiritualidad es herencia de Robert J. Flaherty, con actores que no lo son y esos escenarios naturales, pero propone un juego terrenal donde emerge cierta poesía mediante el lirismo de la religión. Propuesta así como ficción y no como milagro. Ese choque oblicuo hace frente a Bresson, Ozu o el propio Dreyer.

Puede que “Luz silenciosa” sea el revés paralelo a “Rompiendo las olas” porque ambas se reducen a una historia de amor universal y se ven abocadas al único milagro que puede romper la maldición de la mortalidad y no es otro que el de la vuelta y regreso. El de la resurrección y únicamente esa mirada puede ser cinematográfica llegado a un punto como punto de ruptura. “Ordet” era un filme pasional y religioso, “Luz silenciosa” resulta por sus planteamientos previos más documentalistas y menos discursivos un filme más biológico.
Talento ¿despreciado para algunos?.... Reygadas ha encontrado la pureza mirando directamente al sol, aunque lo tapa con las manos para no quemarse los ojos, y recordando que, antes de campanadas en el cielo y resurrecciones en blanco y negro, habitó en un palacio una bella durmiente que esperaba un milagro y alguien que no cometiera una regresión sobre sus pasos.