Pocas películas comienzan de manera tan noir con un simple y oscuro plano desde el interior de un coche y un cartel introductorio que nos da la bienvenida a Brentwood, New Jersey. Y, entonces, llegan el aluvión de nombres (y apellidos) como Lancaster, Gardner, la historia de Hemingway, música de Miklós Rózsa y Siodmak a la dirección. El cine clásico se ganaba el respeto en menos de tres minutos y ni siquiera había empezado el filme. A Andrei Tarkovsky le bastaron 19 minutos en su adaptación del 58, Siegel la convirtió en pulp en “Código del hampa” y el director de “La dama desconocida” posiblemente superase a los anteriores por el contexto y género en el que se involucra la obra.

El retrato de la femme fatale es bajo los designios de una bella sirena capaz de devorar al marinero. Da lo mismo que el navegante sea sueco, le llamen como tal o jefe de una banda. La voz de la mentira se funde con el canto de la sirena para todos queden en el fondo sin vida. El harpa de la femme fatale y su sonido es tan embelesante como terrible. Tan seductor y negro como la propia película.

El sentido cinematográfico de “Forajidos” es notable: construida sobre flashbacks y un personaje (que no narrador) asesinado desde prácticamente su arranque (parece que siempre se habla de “Psicosis” pero el filme de Siodmak es de 14 años antes). La investigación del pasado para reabrir heridas es inteligente y rica en detalles. Por ejemplo, la narración justificada de la voz en off al leer un recorte de una noticia de periódico para trasladarnos a la imagen y secuencias del atraco. Y es ahí donde “Forajidos” desliga el protagonismo de la imagen y su historia del narrador: el protagonista no es Jim Reardon sino los personajes que giran alrededor de un pasado que sigue a la deriva.

“Forajidos” es una historia sobre un faro que pretende iluminar a esos marineros caídos de manera terrible y cegar a la letal sirena. Esa ninfa seductora y varada que utiliza el sacrificio de otros para fines personales y lucrativos. Y ese faro no es otro más que la verdad.