La novela gráfica de Steve Niles y Ben Templesmith no era ninguna maravilla aunque al menos resultaba más original que la media y cumplía a la perfección. Era simplemente lo que delataba su simpleza argumental: un survival horror en viñetas que narraba la crónica de unos supervivientes sometidos a una sobrenatural amenaza. Un poco de Salem's Lot, otro poco de nieve (obviando el vínculo con la nefasta “Frostbitten, 30 días de noche”) e incomunicación absoluta… La película también es, en el fondo, lo que se suponía que tenía que ser: un survival horror en imágenes, eso sí, con un actor principal incapaz de dar un buen bocado al espectador.

David Slade ya había sorprendido con su “Hard Candy” pero es que a Josh Hartnett no se le puede pedir más: su actuación limitada y en momentos dramáticos simplemente nula.
“30 días de oscuridad”, pese a sus miserias obvias: personajes típicos y desdibujados en tramas secundarias sentimentales de parvulario e incluso razonables, cumple dentro de los límites habituales de mediocridad. Fallida, eso sí, por precipitación y ser una propuesta gélida en un conjunto que pedía más.