Nos fusilan, nos atacan, nos atan y nos torturan. El cine siempre ha sido un negocio de exhibición y explotación y los nuevos tiempos están dominados por películas condenadas a un público genérico, camufladas en el artificio de esa habitual condena y marca de la casa llamada ‘para todos los públicos’. Animalitos que cantan y bailan, que hablan y centrifugan su existencia como seres humanos. Traslación de formas existencias a impulsos vistosos y visibles en formato peluche. Esto ya huele… aunque, posiblemente, “Locos por el surf” quiera (aunque no pueda) seguir otras pautas trilladas en el género humano…

Que un género que ya mostraba síntomas de falta de creatividad, por la total saturación y repetición aberrante, como la animación en 3D recurra al mockumentary o falso documental es una buena baza. En sí, su mejor tanto. Tal vez lo peor para “Locos por el surf” sea el reciente precedente “Happy Feet: rompiendo el hielo” y precisamente no se da la misma situación de “Ratónpolis” con “Ratatouille”. Sí, no les ha salido tan bien como las anteriores aventuras OT-FAMA-pingüinas porque simplemente los pasos previos y sus competidores eran insuperables.

No es tampoco original porque Nick Park, el creador de “Wallace & Gromit”, ya había realizado algo similar en “Creature Comforts” pero al menos resulta simpática y divertida pero las olas de sentimentalismo y patinazos a lo 'Cars' acaban por empañar el espectáculo.
Aparte de las entrevistas y esa pretendida originalidad el lastre sigue siendo el mismo: la típica cinta de competiciones, triunfos y lo aquel pesado fusil denominado 'lo importante es participar…'. Queda cierta comicidad frente al target infantil y con una banda sonora sin buscar el musical.