Obviamente por mucha estructura externa e interna del filme de Mabrouk El Mechri nos encontramos con una action movie bastante floja: el robo a una sucursal de correos en Bélgica no es ni original y mucho menos tiene nervio… La dirección se basa en planos largos (como el que marca irónicamente el director oriental al principio de los créditos que lanza dardos en una foto de Hollywood) y la reconstrucción desde diferentes puntos de vista como marca la norma tarantinista o guy-ritchina. La intensidad se consigue con sentimentalismo barato: JCVD esta ha punto de perder la custodia de su hija, no tiene dinero y no hay proyectos a la vista (Seagal le ha quitado el ultimo papel porque ha prometido cortarse la coleta). La pornografía sentimental acomete desde a una madre llorando al otro lado del teléfono hasta su hija (no quieren que se rían de mi mis amigos cuando ven a mi padre).

¿Donde reside, entonces, su encanto? Simplemente en su protagonista y sus guiños continuos a cámara, como si se enfrentase a un espejo: JCVD es objeto de burla. La estrella pasa por la piedra para redimirse y protagoniza el papel de héroe aunque es villano para el resto del mundo (se ve involucrado el en robo y los policías piensan que es él quien atraca el banco y tiene los rehenes).

Tiene momentos espeluznantes desde esa confesión a cámara de JCVD levitando hacia lo que estaba desaforando (los focos)… obviamente, la realidad aplasta a la ficción… eso ya lo sabíamos.
La película para redimirse en cuanto criticas: solo “Kickboxer” o “Contacto sangriento”. Clásico en cualquier videoclub ochentero que se precie. Por supuesto, la patada voladora es cosa de películas: la realidad es otra bien distinta. Los héroes, a veces, tienen que vérsela con otro tipo de justicia (económica). El conflicto es redimirse personal y familiarmente… y desnudarse como nunca antes no habían mostrado. Por desgracia para Jean-Claude Van Damme este truco no se puede repetir dos veces.