Hablar en “Feast” de festín gore es una obviedad pero más que la alegría de una festividad con carácter satánico los méritos de John Gulage, hijo cinematográfico de “Project Greenlight”, son una lectura consecuente con tiempos modernos del exploitation, la Serie B y la MTV.
Más allá de un rasgo contemporáneo e innovador todo se reduce a visitar lugares comunes del género y amoldarlos a las tendencias pasajeras y contemporáneas: no hay nada menos original que encerrar a los protagonistas de un filme en un lugar asaltado por criaturas calenturientas y sedientas de sangre. Eso sí se evita el ‘prologo’ a lo “Abierto hasta el amanecer” y va directa al grano.

Aquí no hay héroe que valga o quede con cabeza: un grupo variado de personas se encuentra atrapado dentro de un bar de carretera rodeado de un desierto. Fuera hay un clan de hambrientas criaturas que se alimentan de carne, preferiblemente humana y poco hecha. Todo se reduce a esquematizar el género desde el lado más gamberro y ‘grindhousero’, como realizaría posteriormente Robert Rodriguez en “Planet Terror”, y había inspirado en ese segundo acto que acusaba “Abierto hasta el amanecer”.

No hay piedad para esposas de héroes de nivel uno, niños indefensos y abuelas alcohólicas inmóviles; mucho menos para perdedores y lesbianas moteras en un arrebato de frenesí ganso y efectivo de acción y animación de masas. Obviamente tuvo claros problemas de RATING para pantalla grande y clara condena al DVD. Son malos tiempos, efectivamente, para las sesiones de madrugada.
“Feast”, pese a lastres intestinales, es toda una orgía de sangre, violencia y humor negro y ácido hasta la columna vertebral de la serie B. Sobrevivirá como parte irónica del survivor horror en estanterías del friquismo más sanguinolento durante algún tiempo indeterminado. Vale, es puro hype emocional festivalero para los aficionados al género anulados por propuestas trilladas y poco bizarras sin encanto, pero en tiempos de crisis: ¡coge tus vísceras y corre!