Si reconoces en la siguiente imagen un conocido videojuego entonces estás preparado para ver “Scott Pilgrim contra el mundo”. En caso contrario, “Beverly Hills Chihuahua” es tu película.

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No ha causado tanto paku-paku al público americano como se imaginaba Edgar Wright. La expresión, como explica Scott Pilgrim a su casta novia china, groupie y de una High School católica, significa abrir y cerrar la boca y es el origen de ‘Puck-Man’ o ‘Pac-Man’. Pocos paku-paku en millones de admiración en el boxoffice americano para compensar el presupuesto holgado de 60 millones, que seguramente sean recompensados con etiquetas de cinta geek, friqui y cult en su salida al DVD y Blu-ray. ¿Una vida extra para una cinta que no se merece tan maléfico jefe de final de fase? ¿Una mala partida con un game over en su primera pantalla?

“Scott Pilgrim contra el mundo” es la simbiosis definitiva del cómic y videojuego aplicado y aliado al lenguaje cinematográfico. Adiós tradicional montaje, adiós. El endiablado nuevo orden afecta a las retinas que son tratadas como viñetas de un cómic. Salto sobre salto, rápida y fugaz transición sin un pequeño avisto de descanso. ¿Es el error de programación de la propuesta? Se agradecería un lapsus entre volumen del cómic y cambio de fase del videojuego. Una intro que estimulase al descanso. Existir, existe ese estado menos frenético de ensoñación, pero llega en su recta final cuando, tal vez, ya no queden vidas a un sector del público.

Se desliza sobre el golpe de efecto sonoro-visual que encadene con guiño-combo hacía el espectador, se atreve hasta con la sitcom como modo de entregar al público un relevo en forma de risa enlatada o aglutina referencias musicales desde Neil Young hasta New Order pasando por Pixies. Edgar Wright ha realizado una lata de sobredosis de secuencias de montaje, de letras animadas sacadas de viñetas, de fondos negros para representar estados de ánimo, de ‘videojueguizar’ o ‘comicarizar’ el cine mediante un juego de raccord, desenfrene de acción y metáforas. No es un ‘game over’ para el cine porque se trata de mera simbiosis pasional e icónica. Es un mero ‘continue’ hacía una nueva partida.

Sí, puede ser el lado más pixelizado, post-púber y geek de “¡Olvídate de mí!” con tintes de colores en cabellos de protagonistas femeninas y personajes que huyen de un pasado que podría arruinar un futuro en el que no quedan vidas extras.