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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
6
Fantástico. Acción. Aventuras Thor lucha por restablecer el orden en el cosmos, pero una antigua raza liderada por el vengativo Malekith regresa con el propósito de volver a sumir el universo en la oscuridad. Se trata de un villano con el que ni siquiera Odín y Asgard se atreven a enfrentarse; por esa razón, Thor tendrá que emprender un viaje muy peligroso, durante el cual se reunirá con Jane Foster y la obligará a sacrificarlo todo para salvar el mundo. (FILMAFFINITY) [+]
22 de diciembre de 2013
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La concepción de “Thor: El mundo oscuro”, con cambios iniciales en su equipo técnico y el adiós a los telones shakesperianos de Kenneth Branagh, no auguraba nada bueno con la dilatación del estreno y el socorro de Alan Taylor para que Joss Whedon retocará el guión de un proyecto engullido por la oscuridad… pero finalmente resurgido por la luminosidad cómica y de una consecuente lectura auto paródica voluntaria y homenaje británico a otro baluarte del Imperio: el Doctor Who. Que tendremos un recital de entretenimiento y un conjunto relegado a la química de Chris Hemsworth y Tom Hiddleston, repercutiendo sobre esos mecanismos de amor/odio de Thor y Loki, no sorprenderá a aquellos que esperen las virtudes del universo cinematográfico de Marvel. Otra cuestión es que tengamos un villano a la altura, si el martillo del asgardiano estará en su sitio con la jaca-astrofísica de entrepierna rezumada cuando emerge un rayo del cielo o si el ritmo y el drama familiar implícito en los asuntos de palacio está vez no vayan tan despacio. Los malos son los elfos oscuros y no del Warhammer y, por supuesto, son unos paquetes de escándalo. Si el villano, el prácticamente invisible Malekith, hubiera obligado a ver a esa versión shakesperiana — de un malote-de-parque y ladrón de cortinas maternales para su uso y disfrute (Tony Stark dixit)— “El todopoderoso Thor” de The Asylum, otra cisnesa negra hubiera cantando.

El elemento más poderoso del universo se llama Éter pero no estamos tampoco en Final Fantasy sino ante una conjunción interplanetaria que provocará un despliegue de originalidad para el combate final en un mix de “Star Trek/Wars” meets “Lord of The Rings” donde un guiño a Padmé, la reinona Amidala, no hubiera desentonado en absoluto entre tanta lucha por ser la Reinona de la función. “Thor: El mundo oscuro” decide funcionar/espantar por la vía de la redundancia y la repetición de los mismos resortes y elementos. Buen ejemplo pudiera ser esa constante conversación y misma frase de diálogo de los héroes de Asgard sobre aquello que supondría a Loki traicionarles. La cinta de Alan Taylor no va a mirar en profundidad la relación de Thor y Loki y esa vinculación materna con una perfecta Rene Russo (esperemos que tomen nota de “Thor and Loki: Blood Brothers” para una futurible tercera entrega) ni tampoco por esas miradas bobaliconas que incitaban al suicidio entre Chris Hemsworth y Natalie Portman en “Thor”. También desconocemos si la reescritura de Whedon o el montaje final vedó la punta del triángulo romántico compuesto por Thor, Jane y Sif. Taylor se ciñe al estricto y elemental entretenimiento y al humor como halo de luz de una electrizante e irregular propuesta. Toda la épica al servicio de la tecnología ofrece de una ejecución que despliega una narración coral con Loki como final y absoluta Reinona de ese tech-teatrillo y fruta ama de la fiesta. Se podrían pulir muchas cosas pero da cierta sensación con las secuencias post-créditos finales que el invento argumental del Éter, y por extensión de la propia cinta, es buscar un perfecto eslabón para “Guardians of the Galaxy” y para “The Avengers 3” con Thanos y el Guantelete y Gemas del Infinito.

Tan frívola como fácilmente humillable por cualquier hater, “Thor: El mundo oscuro” deja los intentos de auto-felación con eyaculación de Champín de “Iron Man 3” para pasar a una a una auto-consciencia impuesta: la propia película asume la física va a hacerse pedazos al final y su única atadura gravitacional va a ser no tomarse en serio a sí misma. La comparativa del fundamentalismo de ejércitos capaces de auto-inmolarse por las aspiraciones suicidas de sus líderes en las figuras de Malekith y Odín, supuestas y respectivas oscuridad y luz del universo abocadas a los ejes del abuso del poder, es una lectura satisfactoria aunque tampoco Taylor indaga lo suficiente allí no vaya a ser que le tomen en serio. La película resuelve la papeleta por la democracia y la coralidad, como si cada personaje quisiera aportar un complemento en ese juego imposible de ciencia y magia, dejando la hilaridad de la alquimia en la ciencia ficción y mecanismos redundantes. Pero el gran mérito y apuesta de Marvel es dotar de otro gran poder a las ‘gemas del infinito’ de la humanidad. Hablamos de los becarios (y los becarios del becario), que chupan más planos y HAMOR que Odín y copiosos dioses asgardianos. Ellos son aquellos que dominarán y salvarán Midgard, nuestros héroes, los grandes superhéroes sin ánimo de lucro de los Nueve Mundos. Y toda esa lectura de la película deja en evidencia que está escrita, dirigida y plasmada… por becarios o aquellos que fueron en ese mundo oscuro que ahora echa resplandecientes y eléctricos destellos. ¡Qué llamen al también becario electricista de la película porno de Carmen de Mairena, que a mucho hater sus afilados dedos taladrando de odio sus teclados les echan chispas!
Maldito Bastardo
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