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Voto de Maldito Bastardo:
4
Balada triste de trompeta
Voto de Maldito Bastardo:
4
Comedia. Drama. Thriller En 1937, en plena guerra civil, tropas republicanas irrumpen en un circo, durante el espectáculo, con el objetivo de reclutar a sus empleados para luchar contra las tropas nacionales. Mucho tiempo después, en los últimos años del franquismo, dos payasos (Carlos Areces y Antonio de la Torre) luchan por el amor de una atractiva trapecista (Carolina Bang). (FILMAFFINITY)
18 de diciembre de 2010
531 de 710 usuarios han encontrado esta crítica útil
1.- BALLATA TRISTE DI UNA TROMBA

Fallida, inacabada, insustancial, alargada innecesariamente, tan valiente como tirarse a pozo sin fondo, desaprovechada hasta el vértigo, dividida y diversificada como lo que pretendía plantear. No hay vómito de cine, sólo simple y desagradable sabor a bilis. Grotesca. Y, realmente, me duele escribir esto porque era uno de tantos que veía en “Balada triste de trompeta” el definitivo tour de force de Álex de la Iglesia, el resurgir de un cineasta que merecía más y la venganza por el maltrato injustificado de “Muertos de risa”. Hay muchos enlaces comunes con esa obra maldita e indignamente olvidada pero están ensuciados por la arena de una pista de circo que el director de “El día de la bestia” nunca debía pisar solo. Hablo de Jorge Guerricaechevarría y lo mucho que se le recuerda cuando finaliza el grito desconsolado del público envuelto en llanto y lágrimas.

Hay directores que no necesitan guión ni historia. La imaginería y el despliegue de un paritorio de imágenes sobrepasan cualquier límite que les imponga un texto predefinido. El problema de Álex de la Iglesia es que nos quiere contar una historia pero finalmente no sabe cómo hacerlo. Sus imágenes, planos y secuencias quedan, por lo tanto, vacios por disfuncionalidad, huecos por ordinariez narrativa y prendados de un hilo mínimo hacía la empatía de un espectador que tiene que buscar pequeños brotes en un gran huerto seco sin vida.
Sin recuerdos tan sólo queda el olvido. “Balada triste de trompeta” es una película de historia sin historia.

Me parece muy bien que Álex quiera dar trabajo a su novia pero Carolina Bang no es Giulietta Masina ni Ingrid Bergman, es Yola Berrocal oxigenada con el mismo portento interpretativo que Paris Hilton. En manos de ellas su personaje queda inútilmente descrito y tira por la borda esfuerzos que no conducen a nada. El viaje que inicia desde Fellini hasta Hitchcock pasando por la barbarie y el esperpento queda en la cabeza del director como lo que nunca fue plasmado por disfuncionalidades en la postproducción, cortes en secuencias que no se entienden y personajes desdibujados con acciones incomprensibles.

Álex de la Iglesia es autor pero no nos encontramos ante una película personal ni insólita sino desmenuzada y quebrada en el letargo de lo insípido. ¡Más carne, esto es la guerra!, parece decirnos un director que pretende aglutinar toda la España mediática y política desde la Guerra Civil en los himnos a la televisión por medio de Raphael y que finalmente me deja igual que la canción cuando acaba la película:

«Balada triste de trompeta
por un pasado que murió
y que llora
y que gime
como yo»

«Esta crítica continua con spoilers, desnudos y vísceras en el Spoiler»
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
2.- MI REINO POR UN CULO (Y DE CULO)

¡No me lo puedo (de) creer! “Balada triste de trompeta” se reduce a la historia de un culo. Un culo gordo y peludo con un dueño llamado Carlos Areces. Cuenten las veces que se ve su culo y se asustarán. Sale más que los nulos desnudos completos de Carolina Bang. Parece que Álex de la Iglesia actúa cual Otelo-calienta-braguetas enseñando la ‘chicha’ y ‘pechuga’ que no desea compartir. Un acto vil… como aquella metáfora que se instaura en su película.

Todo empiezana diluirse cuando vemos a Fran Perea dando paso previo a infiltraciones infantiles terroristas en la construcción del Valle de los Caídos. Son las primeras irregularidades y no van a ser las únicas. Comienza el chapapote y desbarajuste mental: ¿Había sacarina en 1973? ¿Llegaron tan rápido a España las camas de “El exorcista” en inexistentes ‘Pasajes del terror’? Posiblemente sea lo de menos, porque lo de más son chistes sin gracia, tramos de comedia romántica tumorales y sin emoción, guión con innumerables lagunas, planos que no dicen nada cortados en la sala de montaje o por falta de medios como la gran tela roja final o el lanzamiento del ‘Motorista Fanstasma’ y, finalmente, un conjunto de sinsentidos con alguna frase y secuencia que salva al conjunto de la total quema.

Natalia representa a una bella patria llamada España. Envuelta de rojo y con ansias de ser maltratada como pasión para mantener el deseo de dos aspirantes: Javier, el payaso triste, representa a la España hija de la lucha republicana y perdedora desde su infancia. Nunca podrá poseer a esa España que le tienta pero que tiene otro dueño, Sergio, lo simple, la fuerza y la violencia, el poder y la dictadura de ese circo que llamamos país.
La España republicana tiene miedo de poseerla pero cuando cree liberarla de la posesión (a cuatro patas) llega el caos y la tragedia. Con la España nacional desfigurada comienza la huida y el exilio. Franco aquí es presentado como Teresa de Calcuta y Javier muerde como una fiera, previamente servil, a la mano que le da de comer. Nada ha cambiado. Con ambas Españas deformadas y mutiladas llegan otros circos llamados terroristas que pretenden poner a España ‘por los aires’. Pero España (Natalia) sigue sin dueño. La locura republicana o la desagradable fealdad de la mutilación nacional son rechazadas por España aunque… mira que lo intenta. Primero, con el bando nacional que ya no engaña a nadie (ni a los niños) por muchos disfraces que se ponga porque nada puede tapar sus atrocidades y, segundo, con el bando republicano que desea secuestrar a la nación para conseguir un ansiado síndrome de Estocolmo.
Ninguno consigue el verdadero amor, tal vez en su último suspiro el bando republicano pero con tanto tirar, sobar y abusar al final España queda muerta y rota, quebrada por dentro y ‘crucificada’ ante (y por) payasos. Gran metáfora, eso sí, pero pésima ejecución.

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