El mundo está lleno de grandes historias y sin duda alguna la de Sixto es una de ellas.
El documental rebusca entre los bajos fondos de la decadente ciudad de Detroit para hablarnos de Sixto, un tipo peculiar de introversión evidente y con una magia especial en sus letras y acordes.
Compaginando la narración con las canciones de Rodríguez (apellido al que el susodicho no quiso renunciar) el trabajo te embauca y te hace disfrutar; letras reflexivas, denunciatorias y poéticas que colocan a Rodríguez en una atmósfera cercana a la del gran Bob Dylan.
Sin saber muy bien como, como algunas de las cosas que pasan en esta historia, su música llegó a una retrógrada Sudáfrica que vivía la vergüenza del apartheid. Fue allí donde se expandió la música del artista, se tomaron sus canciones como himno de un nuevo movimiento que quería acabar con un forma de vida intransigente y se empezó a fraguar la leyenda de Sixto Rodríguez. No faltaron rumores sobre su existencia e incluso había varias teorías sobre su muerte, lo cierto es que cuando algunos seguidores del artista intentaron indagar e investigar su paradero en EEUU, se dieron de bruces, no había ratro de él.
Me parece un documental precioso con una bónita historia que contar y una buena manera de contarla, además están las magníficas canciones que por increible que parezca se redescubren casi cuarenta años después para nuestro gozo.