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España España · Donostia
Voto de Jmpg2012:
5
Drama Un sacerdote se enfrenta al gobierno de un país sudamericano que ha prohibido la religión y toma toda clase de medidas anticlericales. Como la policía lo sigue a todas partes, se refugia en un país vecino. (FILMAFFINITY)
10 de diciembre de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son los tiempos de la Revolución Mexicana. El protagonista es un Henry Fonda beatífico. Una voz en off al principio pretende desligar la película de cualquier localismo, jurando que la historia es atemporal y se repite cada cierto tiempo. Lo que en realidad quiere decir la voz en off, sin atreverse, es: ésta es la historia de Jesús, ambientada en el Méjico revolucionario, con todo su colorido, pero es eso, una nueva versión de la pasión de Cristo. En ella encontrarás nuevos rostros para los santos de siempre, para la Virgen María, Poncio Pilatos o Judas Iscariote.

 Los revolucionarios pretenden acabar con el último cura. El efecto dramático de todo lo que huela a último es muy cinematográfico: el último atraco, la última copa, el último mohicano, etc. Como en otras películas de “descenso al abismo” de Ford, en los momentos de crisis, la maldad se reproduce y el héroe se enfrenta a toda una gama de personajes que intentan aprovecharse de su bondad crística. Ya hemos dicho que el personaje es un trasunto de Jesucristo. No en vano el principal personaje femenino es María de los Dolores, una virginal Dolores del Río. Pedro Armendáriz interpreta a un oficial de la Revolución cuya lucha interior es parecida a la que nos cuentan las escrituras sobre Poncio Pilatos.


“Incluso Usted cree en Dios” le dice Fonda a Armendáriz.

“Abjure de su fé”, le responde éste.


Pero no lo hace y...

La película no representa al mejor Ford. Aunque es de 1947 parece puro cine mudo: primeros planos para los personajes que se incorporan, música para caracterizarlos, maniqueismo en la caracterización de los villanos, música incidental que refuerza con rapidez las escenas de acción, con violines las de fé, insertos explícitos para reforzar acciones clave, etc.

 En 1947, Ford ya había firmado muchas películas reseñables: La diligencia, Qué verde era mi valle o El joven Lincoln.

Esta película demuestra que los maestros también hacen borrones, aunque no carezca de interés. Uno de sus mayores atractivos es la fotografía en blanco y negro de Gabriel Figueroa, con especial plasticidad en las escenas de interior. 

La película cierra con uno de esos interiores. Un plano que Ford usa con mucha frecuencia para cerrar secuencias, escenas, películas. Estamos en el interior. La luz de fuera se filtra por la ventana o por una puerta que se abre. O se cierra. Alguien entra. O sale. Y cerramos a negro.
Jmpg2012
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