Exageración del cine negro. Feliz ambientación de los Estados Unidos de finales de los cuarenta. La primera impresión que dan los personajes es que pertenecen a un penumbroso mundo moral: policías/boxeadores, alta sociedad/alta suciedad, mujeres bellas con pasados y presentes sórdidos. El género de cine negro es el referente pero la postmodernidad impone innovaciones en la trama que lo desvirtúan, trufándolo por ejemplo con crímenes no planteables entonces: snuff movies, asesinatos por capricho, etc. La fidelidad al formato afecta también a las principales mujeres, que sospechosamente son todas fatales, restándoles verosimilitud. Otro tanto sucede en general con el resto de los personajes -personajes tipo característicos del cine negro, sin profundidad psicológica, excepto quizá el protagonista-, que por un afán de sorpresa acaban no siendo lo que parecen. Pero tampoco hay tanta sorpresa: Se abunda de nuevo en los tipos de malvado de género, con el mencionado toque postmoderno que los hubiese tornado anacrónicos y, por tanto, ininteligibles en los cincuenta. Por otra parte la conexión de los personajes con el asesinato resulta sospechosamente casual, pues prácticamente TODOS, feliz azar, están vinculados con el crimen. El bizantinismo de la trama la hace un tanto aburrida y el espectador acaba perdiéndose en ella, por la que este termina reteniendo solo las escenas “fuertes” -la snuff movie o el suicidio de la madre- y estableciendo con ellas la intelección de la historia, de ahí que el esfuerzo del director por transmitir que ha atado todos los cabos argumentales fracase. Para hacer un nuevo “Halcón maltés” ya nos quedamos con el original.