Polanski embute una obra de teatro en una película para contar en una comedia negra que el discreto encanto de la burguesía del segundo milenio sigue siendo tan decrépito como los sepulcros blanqueados de toda la vida, y que tras la fina capa de civilización que dora la piel al ufano primer mundo la carne primigenia de la especie sigue imponiendo sus instintos, sus prejuicios y su violencia, indomable y animal, por lo que la fiera se apodera definitivamente del hombre. Tal y como se espera de una película que es una obra de teatro, la interpetación y el guión están bien. Para mí el mejor es Cristoph Waltz, aunque quizá el mérito no se deba tanto a su talento como al divertido papel de cínico contemporáneo que interpreta. La peor, sin resultar por ello pésima, Jodie Foster, que se pasa de frenada, sobre todo en los últimos compases. En definitiva, una película cortita que no se hace pesada, que arranca de vez en cuando alguna carcajada o, al menos, una sonrisa torcida, con una trama inteligente que gradúa bien el tempo dramático, con un director estratosférico y estrellas que se humanizarán para contar la experiencia en el Actor's studio, con su crítica políticamente incorrecta dentro de lo políticamente correcto, dándole una vez más, y van mil millones de veces, la puntilla a la burguesía, porque una de las alternativas del establishment es estar contra el establishment, y vive la France.