Se dice que el infierno está lleno de buenas intenciones. Este dicho es una llamada a la acción. Viene a decir: "¡Actúa! No te quedes en los buenos propósitos, parlanchín". Lo que pasa es que las acciones cambian el curso de la vida de forma más inmediata que las ideas, y nos colocan ante lo irremediable del hecho, historia irreversible. Por el contrario, la pura idea flota en la incorporeidad de la potencialidad, pudiendo ser todo no siendo nada. Y la nada casi nunca urge. Así pues, del paso de la teoría a la práctica de las buenas intenciones va la película. Va también de la involución de las relaciones de amistad ante la inmoralidad, si bien nunca se adopta un tono grave que perjudicaría la comedia. Sí que se adopta el tono macabro apropiado a la comedia negra. Por otra parte, el humor negro es un mecanismo de evasión ante lo que disgusta. En este caso, lo que desazona es el extremismo político, por lo que, al final, poco importa que se critique a la izquierda o a la derecha: Aquí se denuncia la intolerancia política. Y lo que podría podido ser un oscuro canto a la amistad y el pluralismo político desgracidamente acaba recurriendo a un tópico de siempre: Que los políticos son unos zorros manipuladores ávidos de poder y tal y tal. Decepcionante salida para un trabajo que apuntaba maneras.